Cada 15 minutos muere una persona en España como consecuencia de un ictus, una enfermedad cerebrovascular con alta prevalencia en la población occidental: solo en España se producen 130.000 ictus al año. Conseguir reducir esas cifras es posible si nos centramos en la prevención. Y en ello juega un papel clave el control de la fibrilación auricular y de la anticoagulación.
De ello habló el doctor José Luis Palma Gámiz, cardiólogo y vicepresidente de la Fundación Española del Corazón, en la última sesión del Foro Cardiovascular para Pacientes y Familares que tuvo lugar el pasado 24 de mayo. Moderado por la doctora Petra Sanz, cardióloga de los hospitales Rey Juan Carlos (Móstoles) e Infanta Elena (Valdemoro), la sesión 'Prevención del ictus y anticoagulación' contó también con la participación del paciente experto Vicente Llopis. En ella se dieron respuesta a las preguntas más frecuentes sobre ictus, fibrilación auricular y anticoagulación.
¿Qué es un ictus?
Es un accidente cerebrovascular por el cual un área del cerebro queda sin circulación sanguínea. Todos nuestros tejidos necesitan del oxígeno y los nutrientes que llegan a través de las arterias. Por eso, cuando estas bloquean una zona dependiente de ellas, esa zona muere.
¿Por qué se produce?
Puede producirse por muchas causas. Una de los posibles desencadenantes es la arritmia más común entre la población a partir de los 60 o 65 años, que recibe el nombre de fibrilación auricular. Este tipo de arritmia multiplica por cinco el riesgo de sufrir un ictus. La razón es que cuando se produce la fibrilación auricular, la aurícula izquierda fibrila en lugar de contraerse. Por eso la sangre se remansa y tiende a producir coágulos que pueden desprenderse, ingresar en el torrente sanguíneo y, a través del ventrículo izquierdo y de la aorta, salir. Allí donde impactan producirán una tromboembolia. Si ese impacto se da en una arteria del cerebro se producirá un bloqueo de la circulación en un punto determinado del área cerebral, lo que va a condicionar la aparición de un ictus.
¿Cómo prevenirlo?
Una de las formas de prevención es tomarse el pulso, de forma que el paciente pueda identificar la presencia de una posible fibrilación auricular, ya que esta puede no producir ningún síntoma o que sus pequeñas manifestaciones -cierta fatiga, pequeñas palpitaciones en el pecho, en algunos casos dolores...- puedan pasarse fácilmente por alto. Para aprender a tomarse el pulso correctamente solo hay que seguir una serie de orientaciones muy sencillas con las que observar al menos una vez al día la cadencia del pulso en la muñeca, en la flexura del codo o en el cuello contando el número de latidos por minuto, tal como explica la campaña 'Tu pulso, tu vida'.
En caso de que el paciente identifique un pulso que no es rítmico, o si se acelera a más de 110 latidos por minuto o desciende por debajo de los 50 latidos por minuto sin causa que lo justifique, la recomendación es acudir al médico para que lo evalúe.
¿Qué hacer si se confirma la fibrilación auricular?
El tratamiento no farmacológico consiste en seguir una alimentación sana, evitando las grasas saturadas, la sal y los azúcares; abandonar el tabaco; evitar el consumo de alcohol; hacer ejercicio suave; no tomar bebidas muy frías, sobre todo si tienen gas, para evitar la excitación vagal; y reducir en lo posible el estrés.
En cuanto al tratamiento farmacológico, consiste en antiarrítmicos que consigan recuperar el ritmo normal y prevengan la aparición de nuevos episodios de fibrilación auricular, y por otro lado en anticoagulantes que prevengan la aparición de trombos y, por tanto, eviten un posible ictus. De hecho, uno de los pilares del tratamiento para prevenir el ictus es la anticoagulación.
Existen varios grupos de fármacos anticoagulantes: Los antagonistas de la vitamina K, los más clásicos y los más utilizados. Desde hace algunos años contamos con inhibidores de la trombina (dabigatrán) y antagonistas del factor de coagulación Xa (rivaroxabán, apixaban…). La eficacia de los anticoagulantes de los diferentes grupos es similar y sus efectos secundarios parecidos. Los pacientes que usen los antagonistas de la vitamina K deben revisar periódicamente su INR, un valor que mide el tiempo que tarda la sangre en coagularse. La cifra determina si la anticoagulación es incorrecta, situación en la que se pueden producir trombosis; excesiva, cuando se pueden producir hemorragias; o está en el valor adecuado, lo que se corresponde con un INR de entre 2 y 3.
¿Qué síntomas indican una anticoagulación incorrecta?
El sangrado de encías al cepillarse, los hematomas espontáneos, sangre en la orina o el sangrado rectal pueden ser síntomas de que nuestro INR es más alto de lo que debería. Por el contrario, si está en un valor demasiado bajo podremos padecer tromboflebitis, pérdida de visión repentina e intermitente, zumbido de oídos o disnea repentina. En ambas situaciones se recomienda acudir al especialista para que intente regular el tratamiento.