Los estados de ánimo negativos contribuyen a una peor salud cardiovascular. Una revisión de estudios realizada por investigadores del Duke University Medical Center, de Durham, Carolina del Norte, ha demostrado una elevación del 19% en el riesgo de enfermedad coronaria en aquellas personas que conviven con la ira y la depresión. Además, el trabajo confirma que la depresión aumenta hasta tres veces el riesgo de muerte por motivos cardiacos.
“Estos estados no están considerados propiamente como factores de riesgo cardiovascular, pero contribuyen a desarrollar cardiopatía isquémica en personas de alto riesgo, como son aquellas que ya tienen hipertensión arterial, un perfil desfavorable de lípidos, diabetes mellitus, obesidad de predominio abdominal, vida sedentaria o antecedente de infarto agudo al miocardio”, precisa la Dra. Sandra Rosillo, miembro de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y cardióloga del Hospital de La Paz, de Madrid.
Así, según este trabajo publicado en Revista Española de Cardiología (REC), las emociones negativas participan tanto en el desarrollo como en la progresión de la enfermedad cardiovascular, lo que aumenta el número de muertes de origen cardiovascular y de eventos cardiacos recurrentes. Por lo tanto, cuanta más ira y más depresión se sufre, mayor es el riesgo de padecer un episodio cardiaco y de morir por esta causa.
Hasta el momento, la ira es, junto a la depresión, la emoción cuyos efectos en la salud cardiovascular se han estudiado más ampliamente. Sin embargo, tanto este estado de ánimo como otras emociones negativas, se han analizado poco en mujeres. Otro reciente estudio, de investigadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), publicado en Psicothema, y hecho en más de 320 mujeres de entre 17 y 60 años, concluye que la ira mal controlada, por reprimirla en exceso (ira interiorizada o ira-in) o por no saber canalizarla ni expresarla adecuadamente (ira exteriorizada o ira-out), sino de forma descontrolada, tiene un impacto negativo en la salud cardiovascular de las féminas en momentos puntuales.
Además, en esta investigación, las mujeres con predominio de ira interiorizada presentaron cifras más elevadas de tensión arterial tanto sistólica como diastólica, con un 23,8% y un 31%, respectivamente. Mientras que aquellas con externalización de la ira presentaron hipertensión arterial con menor frecuencia. Siendo éstas cifras relevantes, debido a la frecuencia de asociación de la hipertensión arterial y el desarrollo de enfermedad cardiovascular.
Los mecanismos por los que las emociones negativas empeoran la salud cardiovascular no se conocen bien. En el caso de la ira sí se sabe que esta “tiene un efecto agudo que induce la activación del sistema simpático con liberación de hormonas conocidas como catecolaminas (hormonas de estrés). Estas hormonas tienen una repercusión clara sobre el sistema cardiovascular, ya que producen un aumento en la frecuencia cardiaca, de la tensión arterial, así como vasoconstricción o estrechamiento de los vasos arteriales incluidos los coronarios y liberación de factores favorecedores de formación de trombos, resultando lo anterior en isquemia miocárdica ”, explica la Dra. Rosillo.
En este contexto de daño cardíaco por excesiva activación del sistema simpático, secundaria a situaciones estresantes como la muerte de un familiar querido, se ha descrito una entidad particular conocida como Cardiopatía por Estrés o Síndrome de Takotsubo, que se describe como un infarto sin lesiones en las arterias coronarias, que suele ser reversible, aunque inicialmente indistinguible de un infarto agudo al miocardio.
“Como consecuencia de las emociones negativas, los pacientes pueden presentar palpitaciones, dolor u opresión en el pecho, dificultad para respirar, incluso en casos extremos pérdida de conocimiento. Ante esta sintomatología es recomendable, sobre todo si es prolongada o persistente, acudir al médico”, informa la Dra. Rosillo.
Para manejar las emociones negativas y evitar sus efectos nocivos en la salud cardiovascular, la FEC recomienda introducir cambios en el estilo de vida, para hacerla más saludable. “La recomendación tradicional de llevar una dieta saludable, así como la práctica de ejercicio regular se asocian a un mayor bienestar mental y físico al liberar hormonas distintas a las catecolaminas conocidas como endorfinas. Técnicas más específicas como aquellas de autocontrol emocional (control de la respiración, técnicas de relajación), las de atención plena, o las medidas farmacológicas pueden requerir de apoyo por parte de un facultativo”, afirma la doctora.
De hecho, en las Unidades de Rehabilitación Cardiaca, donde se asiste a las personas que han sufrido un infarto y que pueden sentirse tristes, deprimidas, con angustia y miedo a la muerte, se las educa para que retomen su vida con una rutina saludable que incluya dieta saludable, ejercicio adaptado a su circunstancia y pérdida de peso. “No tenemos una fórmula específica y mucho menos sencilla para la resolución de los problemas emocionales, pero al iniciar una rutina saludable los pacientes se perciben y sienten sienten mejor, cambian su manera de pensar y mejora toda su salud psicoemocional”, puntualiza la Dra. Rosillo.