Dormir a una altitud superior a los 1.200 metros antes de ascender una montaña puede reducir el riesgo de sufrir muerte súbita. Así lo demuestra el estudio "Sleeping altitude and sudden cardiac death", llevado a cabo por el Departamento de Medicina Interna de Dallas (EEUU) y la Universidad de Innsbruck (Austria) y publicado recientemente en American Heart Journal.
El estudio ha analizado los resultados de los cuestionarios enviados a más de 550 familias de hombres fallecidos mientras escalaban los Alpes austríacos entre 1985 y 1993, la gran mayoría montañeros o esquiadores.
Tras el análisis de las entrevistas, los investigadores observaron que la mitad de los fallecidos murieron durante el primer día de escalada y que aquellos que habían dormido a 700 metros de altitud eran 5,7 veces más propensos a morir durante el primer día de la actividad física que aquellos que habían pasado la noche a una altitud superior a los 1.299 metros. Cabe destacar que el 29% de los fallecimientos se produjeron alrededor de las horas centrales del día.
Se concluye que los montañeros tienen hasta cuatro veces más riesgo de sufrir muerte súbita que la población general y, en el caso de los esquiadores, el riesgo es dos veces mayor. La muerte súbita representa, pues, la causa mayoritaria de muerte no traumática entre los que realizan actividades de montaña con altitud moderada. Entre el 25% y el 30% de las muertes asociadas a las actividades de montaña corresponden a muerte súbita cardiaca con una predominancia en hombres mayores de 34 años, aquellos con un historial clínico de enfermedad coronaria, quienes ya han sufrido un infarto o los que no están acostumbrados a realizar actividades físicas a altitudes elevadas.
Recomendaciones de la Fundación Española del Corazón
Según la Dra. Araceli Boraita, miembro de la Fundación Española del Corazón (FEC) y cardióloga del Centro de Medicina del Deporte, "la aclimatación previa a la realización de actividades físicas en altitudes superiores a los 1.500 metros, y especialmente las superiores a los 3.000 metros, es de vital importancia. Del mismo modo, se debería evitar pasar del nivel del mar a una altitud moderada o alta en menos de 24 horas y sin haber realizado una adaptación previa, un hecho muy común durante la época de vacaciones donde se combinan días de playa con excursiones de montaña".
La Dra. Boraita explica que "a partir de los 1.500 metros el cuerpo empieza a entrar en situación de hipoxia, un hecho que se hace más significativo entre los 2.500 y 3.000 metros de altitud. En esta situación se produce una descarga simpaticomimética (hormonas del estrés) lo que aumenta la frecuencia cardiaca y respiratoria, produce vasoconstricción de las arterias y, consecuentemente, aumenta la presión arterial. A nivel cardiaco, el aumento de la frecuencia cardiaca y de la tensión arterial produce un incremento del consumo miocárdico de oxígeno lo que, a su vez, puede llegar a ser un inductor de isquemia miocárdica, aumentando así el riesgo de sufrir arritmias o un accidente coronario agudo".
La FEC recomienda, además, someterse a un reconocimiento médico antes de realizar actividades físicas intensas en altitudes superiores a 1.500 metros. Aunque a altitudes inferiores a los 1.000 metros la persona no presente sintomatología, esta puede aparecer al ascender la montaña.
Asimismo, recuerda que hacer ejercicio intenso en una situación de deshidratación favorece los riegos trombóticos, es decir, la producción de microtrombos en una arteria coronaria, lo que podría facilitar la aparición de isquemia en el montañero (disminución del riego sanguíneo y del aporte de oxígeno). Es por ello que se recomienda hacer descansos e hidratarse frecuentemente.