Expertos participantes destacaron la importancia de insistir en la calidad de los alimentos y hacer ejercicio para evitar la vida sedentaria
En los años sesenta la ingesta calórica media en España era de 2.673 calorías por habitante y día. Sin embargo, hoy en día es de 3.405, lo que, añadido al sedentarismo y la mejora de las condiciones de trabajo y de vida en general, hace que una gran cantidad de calorías no gastadas provoquen problemas de obesidad y riesgos de accidentes coronarios y cardiovasculares.
Además, actualmente la población infantil y juvenil de nuestro país es la que presenta el mayor nivel de colesterol de toda Europa, debido a los actuales hábitos alimenticios que nada tienen que ver con la dieta mediterránea.
Apostar por tanto por la educación para que la población valore la importancia de llevar a cabo una correcta nutrición y prevenir así la obesidad, uno de los principales factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares (ECV), ha sido el principal objetivo del I Salón de la Dieta Mediterránea, que se celebró en Madrid entre los días 22 y 25 de octubre. No en vano, las ECV son la primera causa de mortalidad en los países desarrollados, y también en España, dónde se producen cada año 124.000 fallecimientos por este motivo.
Sobre este importante asunto y bajo el título “Dieta y hábitos de vida saludables” Franco Sánchez Franco, jefe del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Carlos III de Madrid y responsable de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Española del Corazón (FEC), ha impartido una conferencia en este foro. A su juicio, lo más importante es “educar a la población para que tenga una nutrición correcta teniendo en cuenta dos condicionantes: la calidad de los alimentos y el control de la obesidad”.
Para ello, este experto ha recomendado limitar los hidratos de carbono refinados (pan, pasta, arroz, patatas y dulces), los aceites vegetales y las frutas. Esto echa abajo parte de la estructura de la antigua pirámide alimenticia: “Al contrario de lo que se pensaba las frutas hay que limitarlas a dos o tres unidades por día debido a la cantidad de azúcar que tienen; la carne roja y la mantequilla también deben tener un consumo esporádico”.
Sin embargo, las legumbres, ha añadido, “han pasado a un nivel prioritario ya que tienen fibra y antioxidantes y no están expuestas a pesticidas”. Asimismo, el pescado, tanto el azul como el blanco, junto a la carne de ave, se sitúan entre los alimentos por los que se debe optar porque no tienen grasas saturadas y el huevo, que antes se pensaba aumentaba el colesterol, también.
Otro cambio importante está en los lácteos que son indispensables por el calcio que aportan aunque las personas con el colesterol alto deban optar por los semidescremados.
Dificultad para cambiar hábitos
Tanto Sánchez Franco como Nieves Tarín Vicente, cardióloga del Hospital Universitario de Móstoles y miembro de la Fundación Española del Corazón, que ha impartido en este mismo encuentro una ponencia sobre “Mujer y corazón”, han insistido en la dificultad para cambiar el estilo de vida de la población hacia hábitos más saludables, y creen que la fórmula pasa por informar pormenorizadamente a pacientes y familiares.
Así lo pone de manifiesto el estudio EUROACTION, publicado en la revista Lancet en 2008, desarrollado en ocho países europeos, entre ellos España, entre abril de 2002 y septiembre de 2006. En el mismo participaron 10.000 personas -pacientes coronarios, enfermos de riesgo y familiares- y ha demostrado que los programas de prevención y rehabilitación de enfermos coronarios y pacientes de riesgo, tales como hipertensos, diabéticos y dislipémicos, y sus familiares, pueden lograr cambios favorables comparándolos con grupos control que hayan continuado su tratamiento habitual.
El programa se puso en marcha en hospitales, por enfermeras, fisioterapeutas y dietistas bajo la supervisión de un cardiólogo, y en los centros de salud, por una enfermera, con un médico de familia que actuaba como coordinador.
Entre los resultados, una vez comparados los pacientes del estudio con los pacientes control, han destacado una disminución del consumo de grasas saturadas, un aumento de la ingesta de pescado azul y de frutas y verduras, una mayor abstención de tabaco, un incremento de la actividad física, un mejor control de la tensión arterial y una mayor prescripción de estatinas. Los cambios entre los familiares fueron menos importantes, aunque mantuvieron la misma tendencia que entre los pacientes. “Este estudio demuestra la importancia de la información y formación en cómo mejorar el perfil de riesgo cardiovascular con cambios en el estilo de vida”, ha explicado Nieves Tarín.
Eso sí, los cambios en el estilo de vida deben siempre ser el primer escalón de prevención y control de muchas de las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, “en muchos casos aunque se mejore la dieta, se haga ejercicio y se abandone el tabaco son necesarios los tratamientos farmacológicos, en los que se ha avanzado mucho en los últimos años, para controlar algunos factores de riesgo y conseguir los objetivos que las guías de práctica clínica aconsejan basándose en estudios que muestran reducción de eventos cardiovasculares con su uso”, ha subrayado la experta. Sin embargo, ha resaltado que “hay que continuar haciendo esfuerzos para mejorar la prevención”.
Prevención y más educación
La cardióloga de la Fundación Española del Corazón ha explicado que las intervenciones preventivas en la enfermedad aterosclerótica deben ser multifactoriales y dirigirse a cada individuo, pero también a grupos específicos y a la población general. Recuperar la dieta mediterránea, realizar ejercicio físico de forma regular (al menos durante 30 minutos diarios), no fumar y controlar tanto el peso como las cifras de tensión arterial, glucosa y colesterol son las principales normas a tener en cuenta. No obstante, si aparece algún síntoma debe consultarse a un médico cuanto antes y cumplir sus recomendaciones y tratamiento.
En el caso de las mujeres y según ha resaltado Nieves Tarín en su ponencia sobre “Mujer y corazón” se ha incrementado, según el INE, en un 3,9% el número de fallecimientos por enfermedad cardiovascular en las mujeres entre 2006 y 2007 contabilizándose este último año 184.225 muertes por esta causa. “Hay tres momentos específicos en la vida de las mujeres que son más delicados, y en los cuales vigilar el estado del corazón es esencial: durante la toma de anticonceptivos, en el embarazo y en la menopausia”, ha subrayado.
Tarín ha señalado, no obstante, que aunque los profesionales de la salud conocen perfectamente cómo mejorar la prevención de las ECV, la difusión de esta información a pacientes, familiares, instituciones y población general “no es lo amplia ni profunda que debería, aunque la implicación para trasladar estos mensajes de salud es cada vez mayor”. Y lo ideal, a juicio de la experta, “sería comenzar desde la infancia”.