El 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud, que este año está dedicado a la depresión. Por este motivo, la Fundación Española del Corazón (FEC), quiere enfatizar la relación que existe entre la depresión y las enfermedades cardiovasculares, ya que existe una clara correlación entre ambas.
Así lo confirma un estudio del Intermountain Medical Center Heart Institute de Salt Lake City (Utah, EEUU), presentado en la Reunión Anual del American College of Cardiology (ACC), recién celebrada en Washington. En concreto, este trabajo determinó que la depresión es el mayor predictor de muerte en diez años tras el diagnóstico de una enfermedad coronaria, llegando a duplicar las probabilidades de fallecimiento en comparación con los pacientes cardiovasculares sin este trastorno mental. De las 3.646 personas diagnosticadas con depresión y en seguimiento médico, la mitad falleció durante el periodo de estudio, en comparación con el 38 por ciento de las 20.491 personas que no estaban diagnosticadas. Esto significa que las personas con depresión tenían el doble de probabilidades de morir en comparación con las personas sin depresión. Este estudio es el primero en investigar los efectos de la depresión tras una enfermedad cardiovascular, obteniendo resultados concluyentes.
Esta relación también ocurre a la inversa. Los pacientes con enfermedades cardiovasculares son diagnosticados de depresión más frecuentemente, según un estudio publicado en European Heart Journal. Es decir, las personas deprimidas son dos veces más propensas a desarrollar una dolencia cardiaca. De esta manera, cuanto más severa sea la depresión, más aumenta el riesgo de sufrir un episodio cardiovascular. Los investigadores de este estudio sugirieron un abordaje conjunto en el que se alternara una reeducación de estilo de vida saludable, terapia y, en algunos casos, una medicación adecuada para mejorar la calidad de vida del paciente cardiovascular deprimido. Concretamente, las consecuencias de la depresión en la salud del corazón vienen dadas por la reducción de la actividad física, una dieta pobre o abuso de sustancias como el tabaco o el alcohol, además de duplicarse las dificultades para un adecuado seguimiento de la medicación.
"El mecanismo intrínseco por el cual un paciente con una cardiopatía isquémica entra en depresión no es un factor del todo conocido. Lo que sí se sabe es que es un porcentaje en torno al 15 o 20% de los pacientes que sufren un proceso cardiovascular agudo presenta signos y síntomas típicos de depresión, que por sí misma es un factor condicionante de la evolución de ese problema cardiovascular", explica el Dr. José Luis Palma, vicepresidente de la FEC. Un alto porcentaje de los pacientes que acude a consulta del psicólogo tras un infarto acusa síntomas de depresión, debido al drástico cambio de estilo de vida que pueden experimentar tras un episodio cardiaco y la consecuente adaptación a esta nueva situación. "Un infarto de miocardio marca un antes y un después, pero, así como la mayoría de los pacientes logra superarlo e integrarse en el ambiente de su vida normal, hay otros pacientes en los que la depresión se profundiza. Por lo tanto, hay que estar muy alerta por dos razones: la primera porque hay que tratar ese factor de riesgo independiente que entorpece el pronóstico de los pacientes con infarto y, en segundo lugar, porque hay que tratar la depresión porque si no es un círculo vicioso que nada beneficia a la evolución del paciente cardiovascular".
La formación como parte de una actitud positiva ante la enfermedad: Programa Paciente Experto
La Dra. Julia Vidal, psicóloga especializada en gestión de las emociones y miembro del Consejo de Expertos del Programa de Empresas Cardiosaludables (PECS), que fomenta mejores hábitos de vida impulsando medidas saludables en el ámbito laboral, explica que "síntomas como los pensamientos de muerte, insomnio y fatiga o pérdida de energía son especialmente reseñables en este tipo de pacientes. Éstos pueden pasar desapercibidos como síntomas depresivos, porque en un principio se suele atribuir a la enfermedad cardiovascular. Además de detectar la aparición de estos síntomas, el médico debe transmitir al paciente la importancia de tratarlos, derivándolo al profesional indicado, y evitar así que influyan negativamente en su recuperación. Por lo general, la mayoría de los pacientes dejan en un segundo plano el tema emocional porque lo más importante para ellos en esos momentos es la salud física".
La incertidumbre tras sufrir un infarto o ser diagnosticado de enfermedad cardiovascular es común entre los pacientes. "El aislamiento social es una de las características más comunes de estos pacientes. Digamos que no es excesivamente fácil hacer un diagnóstico diferencial entre la preocupación normal que puede tener un infartado y que esta preocupación pueda enmascarar los auténticos síntomas de una depresión", destaca el Dr. Palma. "Por ello, la comunicación médico-paciente es muy importante y si el paciente no lo manifiesta, el médico debe preguntarle al paciente sobre estos síntomas propios de un cuadro depresivo".
La correcta comprensión de la cardiopatía, una actitud positiva y la participación activa en el tratamiento son claves para que el paciente pueda recuperarse en todos los ámbitos. Otro aspecto es la experiencia del propio paciente para afrontar la enfermedad. Para ello, la Fundación Española del Corazón , junto con la Sociedad Española de Cardiología, ha desarrollado la escuela de Paciente Experto dentro del proyecto Mimocardio, con el que forma a pacientes seleccionados para que sirvan de apoyo a otros pacientes diagnosticados. En su primer año de vida, el programa Paciente Experto ya cuenta con casi 120 pacientes acreditados y con la adhesión de 105 hospitales repartidos por toda la geografía española y actualmente se han desarrollado cursos para tres enfermedades distintas: cardiopatía isquémica (infarto y angina de pecho), fibrilación auricular e insuficiencia cardiaca.
En España, un total de 2.408.700 españoles sufrieron depresión en 2015, representando el 5,2% de la población española, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, se estima que la depresión será́ en el año 2020 el segundo mayor problema de salud del mundo, solo superado por los problemas cardiovasculares. La depresión es un trastorno mental común que afecta a personas de todas las edades y condiciones sociales, provocando una angustia mental y que puede afectar a la capacidad de las personas para llevar a cabo incluso las tareas cotidianas más simples.
La FEC recuerda que adoptar unos hábitos de vida más saludables (alimentación equilibrada, ejercicio regular, dejar de fumar...) ayuda a prevenir o tratar una depresión, ya que estas nuevas costumbres van a contribuir a nuestra mejoría física y emocional. Una actitud positiva y una participación activa del paciente en el tratamiento de su enfermedad son elementos fundamentales para lograr una recuperación favorable. La enfermedad cardiovascular no tiene por qué ser sinónimo de depresión.