La uva constituye uno de los tres pilares de la tríada mediterránea y, por lo tanto, es un alimento básico de la dieta mediterránea conjuntamente con el trigo y el aceite de oliva. Y es que su cultivo se remonta a la antigüedad, unos tres mil años antes de Cristo, y fue posteriormente fomentado en la Península Ibérica, principalmente por los romanos.
Existen más de tres mil variedades de uvas que se pueden dividir en dos grandes grupos. En primer lugar, tenemos las uvas de mesa que se consumen frescas o desecadas y que son más grandes, carnosas, y con diferentes colores: amarillas, verdes, granates o violetas. Por otro lado, están las uvas viníferas, que son en general más ácidas que las uvas de mesa.
Las uvas frescas de temporada encuentran su mejor momento tanto en los meses de otoño como a principio de invierno y su sabor depende no solo de la variedad sino del tipo de suelo donde se cultiva.
Antioxidantes
El valor de la uva para la salud humana se debe, en gran parte, a la presencia de sustancias bioactivas que son responsables de su color, aroma y textura característicos y que tienen reconocidas propiedades beneficiosas para el organismo, demostradas en numerosos trabajos científicos.
Estos compuestos son los polifenoles, especialmente el resveratrol, que se encuentra en la piel de las uvas granates o violetas. Estos compuestos han sido estudiados y se ha demostrado una actividad protectora muy fuerte en las células por tener efectos inhibidores sobre agentes que las dañan como los tóxicos, los radicales libres y otros compuestos dañinos sobre su material genético.
El resveratrol también tiene importantes beneficios para el corazón. En este sentido, la revista científica Journal of Cardiovascular Pharmacology publicó una revisión de varios estudios científicos en seres humanos, en los que se pone de manifiesto el papel del resveratrol en la protección de las arterias y de la salud cardiovascular.
Los beneficios de estos compuestos se han certificado tanto en la ingesta de uvas como en el vino tinto. Sin embargo, es importante matizar que este papel se mantiene solo con cantidades diarias pequeñas, puesto que, sobrepasada esta cantidad, los efectos perjudiciales de su ingesta superan los beneficios.
Agua y azúcares
La composición nutricional de las uvas puede variar un poco según sean uvas blancas o granates/violetas. En general, su principal componente, al igual que las otras frutas, es el agua (83 por ciento de su peso).
En ambas variedades el aporte de azúcares (principalmente glucosa, fructosa y sacarosa) es un poco superior a las demás frutas. Así, un racimo mediano de 18 uvas aporta 100 kilocalorías, aproximadamente lo mismo que un plátano mediano, una manzana mediana o dos mandarinas grandes. Por ello, aunque a veces se suelen considerar las uvas como una fruta muy calórica, se pueden tomar si se tiene en cuenta la cantidad ingerida.
Igualmente, destaca la presencia de vitamina B6 y de ácido fólico, tan importantes para el metabolismo y el desarrollo de las células.
Aceite de semillas
Las pepitas o semillas de la uva son ricas en grasas esenciales del tipo omega 6 (ácido linoleico), pero nuestro organismo no lo puede absorber, porque no es capaz de digerir las pepitas. Sin embargo, se extraen esas grasas para el aceite de semilla de uva, ampliamente utilizado con fines culinarios y estéticos.
El dato
Más del 15% de las necesidades diarias de potasio se pueden tomar con un racimo de uvas. El potasio ayuda a bajar los niveles de sodio y, por tanto, la presión arterial, por lo que las personas con hipertensión arterial deben aumentar su consumo. Sin embargo, las personas que sufren enfermedades por insuficiencia del riñón no deben tomarlas.
Para no perderse
En diversos museos del vino de España se pueden admirar paneles y materiales informativos, cuadros y otros objetos de arte que nos enseñan el origen y la extensión del cultivo de las uvas a lo largo de la historia del hombre. Una delicia para los que quieran saber más sobre este fruta.
Autora
Iva Marques-Lopes. Dietista-nutricionista. Facultad de Ciencias de la Salud y el Deporte de la Universidad de Zaragoza
Artículo publicado en el número 70 de la Revista 'Corazón y Salud'