En reposo, un corazón sano late de media entre 60 y 100 veces por minuto. Esa frecuencia se acelera cuando estamos practicando deporte, y puede ralentizarse mientras dormimos. Sin embargo, cuando el ritmo de los latidos cardiacos es irregular de forma frecuente y supera los 100 latidos por minuto (lpm) o no llega a los 60, puede ser una señal de que nuestro corazón no bombea bien la sangre. Ocurre si sufrimos arritmias, que son alteraciones del ritmo cardiaco.
Las arritmias se dividen en dos tipos: taquicardias, cuando el corazón bombea la sangre demasiado rápido, y bradicardias, término que se utiliza cuando hay menos de 60 latidos por minuto. Estas últimas pueden ser asintomáticas y no requerir tratamiento. Incluso podrían llegar a ser beneficiosas para los mayores de 60 años, como concluye un estudio publicado en American Journal of Cardiology, que afirma que la bradicardia asintomática puede tener un efecto protector especialmente en personas de más de 60 años.
En el estudio, los investigadores compararon a 470 pacientes ambulatorios mayores de 60 años con una frecuencia cardiaca de menos de 55 lpm y que no necesitaban un marcapasos con 2.090 pacientes con entre 60 y 70 lpm. Su hallazgo tras siete años de investigación fue que "en la población mayor ambulatoria estudiada, el efecto de la baja frecuencia cardiaca en la mortalidad fue entre neutra y posiblemente beneficiosa".
¿Cuándo se trata la bradicardia?
Sin embargo, cuando el bajo número de latidos por minuto causa síntomas como debilidad, fatiga, palpitaciones, mareo, síncope, dolor torácico o pérdida de conocimiento, sí puede ser una señal que nos avisa de un problema. En estos casos, la bradicardia puede estar causada por una enfermedad cardiovascular, envejecimiento, defectos heredados o congénitos u otras causas no relacionadas con el corazón como el empleo de medicamentos como los betabloqueantes y otros fármacos antiarrítmicos que contribuyen a disminuir la frecuencia cardiaca.
Si existe alguna patología que cause esa bradicardia produciendo los síntomas descritos, la solución es un marcapasos, como explica el doctor Nicasio Pérez Castellano en este vídeo de la sección #telodigodecorazón. “El tratamiento consiste en el implante de un marcapasos con el que el paciente, en la inmensa mayoría de las ocasiones, va a hacer una vida totalmente normal”, afirma.
Diferencias entre “bradicardia del deportista” y bradicardia que alerta de una patología cardiovascular
¿Cómo diferenciar una bradicardia “benigna”, como la llamada bradicardia del deportista, de una bradicardia que avisa de una patología cardiovascular? La principal diferencia es que la primera no provoca síntomas, “y al realizar ejercicio físico debe desaparecer, alcanzando una frecuencia cardiaca máxima conforme avance la actividad física que no impida el desarrollo de un adecuado rendimiento deportivo”, explica la doctora Dolores Masiá en este artículo.
Para cerciorarse de que se trata de una u otra puede bastar con una buena historia clínica y un electrocardiograma. En caso de duda, será necesario un estudio con Holter ECG (un monitor que registra el electrocardiograma durante 24 horas).
Adaptaciones del corazón al deporte
A pesar de que el tipo de bradicardia “benigna” no es exclusiva de deportistas, lo cierto es que se da con mucha más frecuencia entre quienes practican actividad física de forma regular e intensa. La razón es que, con la práctica frecuente del deporte, el organismo sufre modificaciones.
Algunas de ellas, como la generación de musculatura en determinadas partes del cuerpo dependiendo del tipo de actividad, son muy evidentes. Pero además se dan otras que pasan desapercibidas a simple vista. Por ejemplo, en el músculo cardiaco, donde se producen modificaciones y adaptaciones como el descenso de la frecuencia cardiaca en reposo.
Es lo que ocurría en el corazón de deportistas como Miguel Indurain cuando estaba en activo: latía con una frecuencia cardiaca de 28 latidos por minuto en reposo, una cifra muy por debajo de la de la mayoría, sin que se tratara de ninguna patología que mereciera atención médica. Muchos otros deportistas se encuentran en una situación similar, especialmente si practican deportes de resistencia como el ciclismo, el triatlón o el maratón.
Como explica el doctor Zigor Madaria en este artículo, las adaptaciones del corazón a la práctica de ejercicio físico “son los cambios que se producen en los distintos órganos y sistemas cuando se hace ejercicio de forma regular y que tienen un doble objetivo. Por un lado, reducen el trabajo y el estrés físico del organismo cuando realiza un esfuerzo determinado y, por otro, aumentan la potencia máxima y la cantidad máxima de trabajo efectivo que se pueden realizar”. Todas ellas son las responsables del efecto protector del ejercicio.