Todo empieza con una presión en el pecho y una sensación de ahogo que no siempre son intensas. Y acaba en el hospital... o en algo peor. Es el infarto. 70.000 personas lo sufrieron en España en 2012. ¿La mejor prevención? Concerlo a fondo.
El infarto de miocardio es el resultado de una oclusión o de una estrechez crítica en alguna de las arterias coronarias, que son las encargadas de irrigar y nutrir el músculo cardíaco. Si una zona del corazón deja de recibir flujo sanguíneo empieza a morir, esto es, se infarta. El infarto es una de las manifestaciones de lo que llamamos cardiopatía isquémica, extremadamente frecuente en nuestro medio, y cuyos factores de riesgo más conocidos para su aparición son la hipertensión arterial, las cifras altas de colesterol, la obesidad, el tabaquismo o la diabetes mellitus, además de la edad avanzada o factores genéticos que condicionan una cierta agrupación familiar.
El infarto agudo de miocardio en los países desarrollados es, junto con el cáncer, la causa más importante de mortalidad. Se estima que en España cada año se producen se producen unos 70.000 infartos, que causan 14.000 muertes, la mayoría antes de que el paciente llegue al hospital. En nuestro país, la cardiopatía isquémica es la causa de una de cada diez muertes, mientras esta proporción se eleva hasta 1 de cada 6 fallecimientos en países occidentales de nuestro entorno como EE.UU.
Gracias a los espectaculares avances que se han producido en las últimas dos décadas en la asistencia sanitaria de los pacientes con infarto agudo de miocardio, con la generalización de la técnica del cateterismo cardíaco y la mejora en el tratamiento farmacológico, la mortalidad hospitalaria ha descendido más del 50 por ciento en nuestro país, situándose actualmente en torno al 6 por ciento en los primeros días y al 9,5 por ciento a los seis meses de haber sufrido el infarto.
Por su mortalidad, porque genera una gran cantidad de reingresos, porque puede afectar seriamente a la calidad de vida de los pacientes que lo sufren y porque supone unos costes de asistencia sanitaria que suponen el 15 por ciento de los gastos totales anuales, el infarto agudo de miocardio es una patología que hay que saber reconocer, diagnosticar y tratar de la forma más precoz posible.
Hacerlo es sencillo. Hay una serie de signos que advierten de que estamos sufriendo un infarto agudo de miocardio. Reconocerlos y actuar con rapidez ante un accidente coronario es el pasaporte más seguro para la salvación y para una recuperación más rápida. Estos son:
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Dolor torácico. El síntoma clásico delator del infarto agudo de miocardio es la opresión en el centro del pecho o, en su defecto, en el lado izquierdo del tórax. Los pacientes lo describen como «una losa» que les aplasta el pecho. En otras ocasiones, se siente más como un ardor o escozor, o una sensación de plenitud. Típicamente, la opresión es intensa, impide el descanso, no se modifi ca con los movimientos, con la respiración ni con la palpación del tórax. Suele prolongarse durante varios minutos, aunque en ocasiones puede oscilar la intensidad, desapareciendo la molestia durante unos minutos para volver a reaparecer. Algunos pacientes pueden presentar los días previos episodios de dolor torácico de menor duración e intensidad, frecuentemente con los esfuerzos.
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Zonas de irradiación del dolor. Muchas personas creen, erróneamente, que cuando se sufre un infarto agudo de miocardio ‘debe’ doler el brazo izquierdo. Y eso no es del todo cierto. La opresión en el pecho puede desplazarse hacia el brazo izquierdo, el derecho o ambos, pero también hacia la mandíbula (lo que resulta muy frecuente), la boca del estómago, los omóplatos, la espalda o incluso hacia los lóbulos de las orejas.
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Dolor en la boca del estómago. En algunos afectados, especialmente en los diabéticos, las mujeres y los pacientes más ancianos, la presión torácica no aparece, y las manifestaciones del infarto resultan bastante más atípicas. Estos grupos de pacientes suelen referir malestar en la boca del estómago (como un nudo muy apretado en esa zona) o una sensación de plenitud que se alivia con la emisión de eructos.
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Dificultades respiratorias. Como consecuencia de la intensa presión que se siente sobre el pecho, la respiración se dificulta, incluso en reposo, y los pacientes sienten que no pueden tomar aire. Refieren que el aire «no les llega». En infartos muy extensos o ya evolucionados pueden aparecer datos de insuficiencia cardíaca, esto es, difi cultad del corazón para bombear la sangre, y se congestionan los pulmones. En estos casos, la sensación de ahogo del infartado se vuelve muy intensa en la cama o cuando el paciente se tumba, precisando elevar el cabecero de la cama e incluso obligando al paciente a dormir sentado.
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Otros síntomas delatores. Un infarto agudo de miocardio es una situación que pone en peligro la vida del paciente y todo el organismo reacciona con diferentes signos de alarma. La sudoración fría, un intenso malestar, nauseas, vómitos y un pulso cardíaco lento pueden acompañar a los otros signos ya descritos. De nuevo, los pacientes diabéticos deben estar especialmente atentos a estas manifestaciones, ya que en ellos el dolor torácico puede estar ausente y los infartos pueden simular una hipoglucemia o bajada de azúcar en sangre. Por desgracia, aproximadamente una cuarta parte de los infartos de miocardio son silentes, es decir, aparecen sin dolor de pecho y sin otros síntomas.
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Parada cardíaca. La primera hora tras sufrir un infarto es un periodo crítico para la aparición de arritmias malignas potencialmente mortales. De ahí que sea vital actuar rápido para reducir la mortalidad por infarto, la primera causa de muerte súbita en España.
¿Qué hago si noto que me ha dado un ataque cardiaco?
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Mantén la calma. Lo más importante ante la sospecha de que usted o alguien que está con usted está sufriendo un infarto es mantener la calma. El estrés y la ansiedad afectan al corazón aumentando la frecuencia cardiaca y la tensión arterial, y en un infarto de miocardio puede ser contraproducente.
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Pide ayuda con celeridad. El tiempo es crucial. Cada minuto que pasa, algunas células musculares cardíacas mueren. Ante los primeros síntomas llame sin perder el tiempo al teléfono de emergencias 112. Los benefi cios de contactar con los servicios de emergencias son varios. En primer lugar, profesionales sanitarios acudirán donde se encuentre y realizarán una primera valoración. Ellos serán los encargados de trasladarle de la forma más rápida y segura posible al hospital y una vez llegue allí tendrá prioridad sobre otros pacientes que lleguen por su propio pie. Y, por encima de todo, podrán empezar a administrarle el tratamiento oportuno y serán capaces de tratar una arritmia maligna si aparece durante el traslado.
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Busca compañía hasta que llegue el 112. Evite estar solo en la medida de lo posible hasta que lleguen los servicios de emergencias. Si está en la calle, pida ayuda. Y no conduzca bajo ninguna circunstancia. Si no existe otra opción que acudir al hospital en coche, que sea otra persona la que le lleve.
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Prescinde de cualquier medicamento. Evite tomar aspirina o ácido acetilsalicílico hasta que no contacte con los servicios de emergencias o sea valorado en el hospital. Solo los profesionales que van a atenderle saben qué tratamiento es el adecuado para cada paciente.
Artículo publicado por el Dr. Ramón Bóver en el Nº 108 de la revista Salud & Corazón.