En la calle o en el trabajo, cualquier persona puede intervenir en una parada cardiorrespiratoria. Pero en España aún nos queda mucho por aprender. Cada año se producen en nuestro país 30.000 muertes por este trastorno. La cifra podría reducirse, y mucho, si hubiera más concienciación y el número de desfibriladores por habitante fuera mayor.
Según Ignacio Fernández Lozano, Secretario General de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y Presidente del Consejo Español de Resucitación Cardiopulmonar, «España tiene 1,7 desfibriladores automáticos por cada 10.000 habitantes mientras que, por ejemplo, en Francia la cifra es de 15,38». Se calcula que la supervivencia tras un paro cardiorrespiratorio podría aumentar entre un 5 y un 15 por ciento.
En caso de tener que asistir a una persona en parada cardiorrespiratoria hay que llamar al número de teléfono de emergencia 112, y hay que hacerlo enseguida, ya que la persona que atiende la llamada está capacitada para dar las primeras instrucciones mientras llega la asistencia médica. Sin embargo, salvar una vida también puede estar en manos de cualquier ciudadano. Hay a disposición de todos cursos de RCP tanto en la Cruz Roja como en las instituciones sanitarias. Pero esta iniciativa debería empezar en la escuela y extenderse a otros ámbitos de nuestra vida para garantizar la llamada cadena de la supervivencia. «Por ejemplo –señala Fernández Lozano-, ¿por qué no pueden incluir una formación básica en RCP entre los requisitos necesarios para la expedición de un carné de conducir o su renovación? Y ayudarían, sin duda, campañas para favorecer que las grandes empresas, ayuntamientos, policías, etc. tengan desfibriladores».
Tecnología y vida
Nuño Azcona, director general de B+Safe, fi lial de la multinacional BST, especializada en Tecnologías de la Salud y Seguridad para las Empresas, explica en qué consiste un desfibrilador: «Es un equipo médico que puede revertir, a través de una descarga eléctrica, una parada cardiaca. Son, básicamente, de tres tipos: manuales –más grandes, disponibles en hospitales–, semiautomáticos y automáticos –en polideportivos, centros comerciales, etc.–». Algunos desfibriladores incluyen telecontrol para comprobar que funciona correctamente; teleasistencia, ya que desde el propio equipo se puede hablar con personal de emergencias, y geolocalización. «No hay que tener miedo a usarlos –anima Azcona–, incluso un niño de diez años puede hacerlo: se colocan los parches en el pecho y cuando la locución vocal lo indique, se aprieta el botón. No existe el riesgo de hacer algo mal. Si la persona no está en parada, el equipo no emite descarga, ya que lo detecta: hace un electrocardiograma y verifi ca si el corazón está fibrilando, en parada, o no. Y, en caso de parada cardiorrespiratoria, nunca va a ser peor. No se le puede hacer más daño al paciente, pero sí salvarle la vida». Eso sí, después de usar con éxito un desfibrilador siempre hay que mantener la cadena de supervivencia, y eso implica que el paciente debe ser atendido y supervisado por los médicos.
Sobre el terreno
Pese a la gravedad de la situación, en caso de tener que atender a una persona en parada hay que mantener la calma. Y aún más cuando se espera la llegada de la asistencia y no hay un desfibrilador o nadie que sepa realizar la RCP. Cristina Carriedo, directora médico de la Gerencia de Urgencias, Emergencias y Transporte Sanitario (GUETS) del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SECAM), advierte de que no hay que dar nada por hecho. «Hay que llamar inmediatamente al 112 y dar una ubicación exacta, cada segundo cuenta. Hay que verificar que la persona está inconsciente, llamándola de forma enérgica y, por ejemplo, moviendo su brazo para ver si reacciona. El nerviosismo hace que nos haya llegado alguna llamada diciendo que la persona no se deja dar el masaje cardiaco… por lo que no está inconsciente y el corazón está latiendo». El año pasado, Carriedo y sus compañeros atendieron 841 paradas cardiacas. Castilla-La Mancha, Cataluña, Andalucía, Canarias y País Vasco son las regiones de España a la cabeza de la RCP.
Pruebas de vida
El 17 de febrero de 2015, el jugador de balonmano Darío Mata, de 19 años, comprobó la eficacia de estas maniobras para evitar un final fatal. Durante un entrenamiento, este jugador del equipo de la División de Plata Torcal Antequera se sintió mal y no pudo ni llegar al banquillo: se desmayó. Intentaron reanimarlo con maniobras manuales pero no daba resultado… hasta que llegó un desfibrilador presente en el pabellón. Después de media hora, consiguió, ya en el hospital, recuperar la consciencia. Año y medio después, Mata trabaja como segundo entrenador. «Estoy bien, y cada seis meses voy al médico en Málaga y al Consejo Superior de Deportes. Practico deporte con moderación y he participado en una formación sobre RCP en un club de Torrelavega».
La campaña Constantes y vitales, de La Sexta y Fundación AXA en la que colabora la Fundación Española del Corazón, ha conseguido más de 90.000 firmas para instar a las comunidades autónomas a aumentar sus Espacios Cardioprotegidos con la instalación de desfibriladores. Desde allí narran otro caso de éxito en el uso de estos dispositivos en espacios públicos. Álvaro González, gerente de una cafetería situada en Vitoria, contaba con un desfibrilador en el establecimiento. Un hombre de 60 años sufrió una parada cardiorrespiratoria y «automáticamente –comenta González– le abrimos la camisa, le pusimos los electrodos y la máquina hizo el resto del trabajo. Hizo un chequeo, que nos aconsejó darle una descarga. Le volvió el pulso y la respiración, lo pusimos en posición de seguridad y, cuando llegaron los enfermeros, se lo llevaron al hospital». Un caso más de una vida recuperada. Y podrían ser muchos más si todos contribuimos.
¿Cómo se hace la RCP?
Siempre hay que llamar al 112 (061 en algunas comunidades autónomas) para que se ponga en marcha el dispositivo de asistencia y se impartan las instrucciones para actuar.
Si no hay desfibrilador. Hay que detectar si la persona está inconsciente, al no responder a nuestras acciones (ni por la voz ni por el movimiento de su cuerpo). Empezar la compresión torácica, descubriendo el pecho, con una frecuencia de 100 compresiones por minuto, presionando unos 5 cm hasta que llegue la asistencia. Esta acción, en principio, no hace necesario el boca a boca. En caso de realizarse, debe hacerse dos veces cada 30 compresiones y por personas que sepan realizarlo. Como señala el Manual de Primeros Auxilios Básicos de la Cruz Roja: «El objetivo es aportar a los tejidos una perfusión y oxigenación de emergencia que mantenga las posibilidades de superviviencia hasta la llegada del Desfibrilador Externo Automático (DEA) o la ayuda especializada». Los especialistas aconsejan que, en todo momento, es mejor actuar que no hacerlo: se han llegado a divulgar campañas con el lema «Rómpeme las costillas, mañana te lo agradeceré».
Si hay desfibrilador. En este caso, la máquina detecta si no hay ritmo cardiaco, por lo que no existe el problema de actuar si no es necesario. El desfibrilador, a través de la locución, indica lo que hay que hacer mientras llegan las asitencias, empezando por la aplicación de los electrodos en el pecho. Los desfibriladores cuentan con la tecnología necesaria para que esta acción se pueda realizar por todo tipo de personas.
Artículo publicado por Alberto Velázquez en el Nº 122 de Salud & Corazón.