Suele durar entre 6 y 12 minutos, y consiste en que el paciente corra generalmente sobre un tapiz rodante, aunque también puede usarse una bicicleta estática. Hablamos de la ergometría, más conocida popularmente como prueba de esfuerzo, una técnica diagnóstica que analiza la respuesta del corazón ante el ejercicio.
Gracias a ella podemos conocer alteraciones cardiovasculares que no se manifiestan cuando el paciente está en reposo, algo clave para detectar determinadas patologías que pueden pasarse por alto con otras pruebas como el electrocardiagrama. Por eso se ha convertido en una técnica esencial para descartar o confirmar el diagnóstico de angina de pecho en pacientes con dolor torácico: aunque haya una obstrucción en una arteria, es posible que exista un flujo normal de sangre al corazón si estamos en reposo, lo que probablemente dará como resultado un electrocardiograma normal. Sin embargo, al realizar un esfuerzo como correr aumenta el trabajo del corazón y, con él, la necesidad de aporte de sangre. Si existe una obstrucción coronaria, se producirá un déficit de riego sanguíneo que provocará la aparición de angina de pecho o alteraciones en el electrocardiograma. De esa forma, la ergometría permite reproducir la angina de una forma controlada para poder diagnosticarla.
El ECG que suele hacerse es el completo de 12 derivaciones, con el que se evalúan todos los segmentos del corazón que pudieran presentar anomalías isquémicas. Y se estudia asímismo la presencia o no de arritmias que aparecen con el esfuerzo.
También es muy útil para conocer el estado físico de una persona que va a iniciar un programa de entrenamiento. A través de esta prueba podremos averiguar si la frecuencia cardiaca sobrepasa o no la frecuencia cardiaca máxima teórica, y si el ritmo del corazón es constante y uniforme. Por eso puede recomendarse antes de una competición deportiva que requiera un esfuerzo intenso, como un maratón.
Para que la prueba sea diagnóstica se busca alcanzar, por lo menos, el 85% de la frecuencia cardiaca máxima teórica que se consigue restando la edad del paciente de 220 (por ejemplo, una frecuencia cardiaca submáxima en un paciente de 40 años sería el equivalente al 85% de 180 lpm).
¿Cómo se realiza?
Al paciente se le colocan electrodos en la zona pectoral para registrar la actividad eléctrica del corazón durante el examen. Esos electrodos se conectan a un monitor a través del que se visualiza en tiempo real el electrocardiograma. Después llega el momento de iniciar el ejercicio sobre la cinta o la bicicleta, al principio de forma suave y progresivamente con más intensidad: cada tres minutos el nivel de esfuerzo se incrementa para que el corazón se vaya acelerando hasta llegar a la frecuencia cardiaca deseada. Además, durante la prueba, la presión arterial también se va controlando cada tres minutos.
En cuanto a la forma de preparación previa a la prueba, lo único que se pide al paciente es que lleve ropa cómoda y calzado adecuado para el deporte, además de evitar comidas copiosas en las horas previas. El ayuno prolongado tampoco es recomendable.