El cáncer y la enfermedad cardiovascular son dos de las patologías más extendidas entre la población, y están relacionadas de distintas formas. Una de ellas es que, a medida que aumenta nuestra edad, hay más posibilidades de padecer tanto una como otra. Entre otras razones, porque comparten varios factores de riesgo. Pero además, se calcula que alrededor de un tercio de los pacientes oncológicos pueden desarrollar complicaciones cardiovasculares. Por eso es clave que el paciente incorpore rutinas cardiosaludables mientras recibe tratamiento oncológico.
Así lo explica la doctora Teresa López-Fernández, coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardio-Oncología de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), quien afirma que el papel del paciente es fundamental en su recuperación. “Hasta hace unos años se escuchaban frases como: “Bueno, como ya tengo cáncer, sigo fumando”. Sin embargo, hay una diferencia muy importante en cuanto a la tolerancia a los tratamientos oncológicos en pacientes que siguen rutinas cardiosaludables y en los que no. Por ejemplo, los pacientes que hacen ejercicio durante el tratamiento oncológico tienen menos complicaciones cardiovasculares, menos interrupciones al tratamiento oncológico y mejor pronóstico oncológico porque el tratamiento resulta más eficaz”, recuerda.
De ahí que una de las principales recomendaciones para el paciente oncológico sea la de seguir unos hábitos cardiosaludables. “Promover durante el tratamiento del cáncer que los pacientes hagan ejercicio de forma regular, hagan una dieta cardiosaludable, continúen el tratamiento cardiovascular que estén tomando previamente y mantengan sus factores de riesgo en el mejor nivel de control es básico. Y no hay pastilla para el ejercicio o la dieta, es imprescindible la implicación del paciente”, asegura.
Una de las razones de que su papel activo tenga tanto peso es que los tratamientos pueden tener efectos secundarios que resultan más fáciles de controlar si el paciente cuida su salud cardiovascular. “La mayoría de los tratamientos oncológicos tienen efectos secundarios porque el objetivo es matar células, y actuar sobre determinados receptores o puntos estratégicos que hay en ellas. Pero las células tumorales tienen marcadores que también pueden estar en los miocitos cardiacos o en otras células. El desarrollo de los fármacos oncológicos ha permitido que cada vez sean más específicos, pero cuando esos puntos sobre los que actúan son comunes a, por ejemplo, las células del corazón, puede haber complicaciones cardiovasculares”, explica la coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardio-Oncología de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
A eso se suma que el cáncer y la enfermedad cardiovascular son más frecuentes a medida que aumenta nuestra edad, de forma que hay más posibilidades de padecer tanto uno como otra cuando vamos envejeciendo. La prueba es que alrededor de dos tercios de los pacientes oncológicos “tienen más de 65 años”, señala la doctora López-Fernández. “Es una edad de mayor riesgo cardiovascular, lo que quiere decir que hay muchos pacientes que cuando desarrollan un tumor ya tienen la enfermedad cardiovascular, con lo cual son más sensibles a otros problemas relacionados con el corazón”.
Por eso, además de que el paciente siga rutinas cardiosaludables que ayuden a proteger su sistema cardiovascular, es importante que no solo el oncólogo, sino también otros especialistas, hagan un seguimiento. Fue la razón del nacimiento de las primeras unidades de Cardio-Oncología. Su objetivo es que los pacientes reciban el mejor tratamiento onco-hematológico con el menor número de complicaciones, y para ello es imprescindible una colaboración entre los diferentes especialistas a cargo del paciente. “El hecho de hacer una vigilancia activa permite que si surge un problema lo podamos diagnosticar en una fase muy precoz, cuando hay margen para manejar ese problema sin necesidad de retirar el tratamiento oncológico”, señala la doctora Teresa López-Fernández.
Avances
A pesar de que los tratamientos continúen teniendo efectos secundarios, lo cierto es que se ha avanzado mucho en las últimas décadas. Con respecto a la radioterapia, según explica la doctora López-Fernández, la tecnología actual permite planificar las zonas a radiar de forma muy precisa, y conocer qué cantidad de radiación llega a cada tejido. De este modo, si la planificación no resulta adecuada, se modifica para evitar que lleguen dosis altas a las estructuras cardiacas. “Probablemente el riesgo de toxicidad cardiaca por radioterapia se reducirá de forma importante en los próximos años”, asegura.
Con respecto al tratamiento de quimioterapia, cada vez contamos con fármacos más específicos y más dirigidos hacia la genética de las células tumorales, y además muchos de ellos son orales, no intravenosos. Eso ha cambiado el perfil de las complicaciones. “Con los fármacos más clásicos era más frecuente desarrollar pérdida de fuerza del corazón por los tratamientos de quimioterapia mientras que con los fármacos nuevos han surgido otras toxicidades que pueden producir hipertensión arterial, arritmias o problemas a nivel de las arterias coronarias, entre otras”, señala la doctora Teresa López-Fernández, que recuerda que es muy importante que tanto los profesionales como los pacientes sean conscientes de estos riesgos porque si se vigilan de una forma adecuada, y se tratan en una fase precoz, los riesgos se reducen de una forma importante.