La trombosis es una de las complicaciones relevantes de la enfermedad tumoral. Pero, ¿cuál es exactamente el impacto que tiene el cáncer en la inducción de trastornos embólicos? ¿Podemos prevenirlo? De ello hablamos en un encuentro online organizado por la Fundación Española del Corazón (FEC) y la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en el que el doctor José Luis Palma Gámiz, vicepresidente de la FEC, explicó que los pacientes tumorales tienen mayor posibilidad de fallecer por causa cardiovascular, se estima que en torno a un 30% más.
De hecho, la enfermedad trombótica venosa es la segunda causa de muerte prevenible en los pacientes con cáncer. Así lo señaló la doctora Cristina Pascual, hematóloga del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, que añadió que la trombosis venosa profunda y el embolismo pulmonar son las complicaciones más frecuentes de los pacientes con cáncer. Tanto que uno de cada cinco casos de trombosis venosa profunda o embolia pulmonar aparece en personas que sufren un cáncer activo. Aparece con más facilidad en las fases más avanzadas de la neoplasia, pero a veces puede ser el primer síntoma o el único síntoma de un tumor que aún no ha dado la cara. Y aunque la edad sea un factor de riesgo, los pacientes jóvenes también pueden verse afectados: uno de cada 10 pacientes con cáncer que fallece por una embolia pulmonar tiene menos de 50 años.
Sin embargo, el riesgo de presentar enfermedad trombótica venosa no es igual en todos los pacientes con cáncer ni tampoco en cada paciente a lo largo del tiempo. Además de la edad, factores como la obesidad, el sedentarismo, una historia previa de enfermedad trombótica, los tratamientos que se aplican al paciente, el tipo de neoplasia, la localización y el tipo de tumor pueden favorecer la enfermedad trombótica. Respecto a esto último, la doctora Pascual destacó que los tumores de páncreas, cerebro, estómago y pulmón son los que presentan mayor incidencia de enfermedad trombótica venosa. En cambio, es menos frecuente en los tumores de mama. Y en cuanto al territorio venoso que puede verse afectado, aunque la mayor incidencia se relaciona con los miembros inferiores y el pulmón, también puede darse en miembros superiores y en la zona asociada al catéter, mientras que otros territorios menos frecuentes son los relacionados con el sistema venoso abdominal.
Cómo prevenir
¿Podemos prevenir la aparición de estos eventos trombóticos y evitar así complicaciones? La respuesta de la doctora Teresa López, cardióloga del Hospital Universitario La Paz de Madrid, es que es posible manejar este riesgo. Como indicó en este encuentro, realizado con la colaboración de Daiichi-Sankyo, las estrategias de prevención primaria pasan por iniciar tratamientos con anticoagulantes antes o inmediatamente después del diagnóstico de un tumor, mientras que, si hablamos de prevención secundaria, el tratamiento se inicia una vez que ha ocurrido el evento trombótico con la intención de que no vuelva a ocurrir y minimizar las consecuencias.
Dependiendo de ello, se utilizarán diferentes tipos de dosis de fármacos, más bajas cuando queremos prevenir el problema y más altas cuando el objetivo es tratar ese problema. “El tratamiento dependerá de cuál es el cáncer, en que estadio está, cuál es el riesgo que tiene el tumor de trombosis frente al de hemorragia, cuál es el tratamiento que está recibiendo el paciente, qué interacciones pueden darse, qué duración hay prevista del tratamiento que está recibiendo y también las preferencias del paciente. Por eso, en el tratamiento de la trombosis asociada al cáncer intervienen muchos especialistas: hematólogos, oncólogos, internistas, cardiólogos y médicos de atención primaria”, explicó.
En cuanto a en qué consisten estos tratamientos, la doctora López indicó que hay dos básicos: las heparinas subcutáneas y los anticoagulantes orales directos. Estos últimos tienen mejor perfil de eficacia en el paciente oncológico con respecto a evitar recurrencias de eventos tromboembólicos y el mismo riesgo de sangrado mayor, pero un poco más en algunos escenarios de sangrados menores. “En todos los casos hay que poner en la balanza el riesgo de trombosis y el riesgo de hemorragia, ya que, por ejemplo, los pacientes que tienen tumores que afectan a las mucosas tienen más riesgo de hemorragia”, señaló.
Además, como recordó Teresa de León Méndez, enfermera de la Asociación Española Contra el Cáncer de Madrid, para prevenir la trombosis en pacientes con cáncer también es necesario el ejercicio, dejar de fumar y seguir una dieta saludable. Sin embargo, aunque este estilo de vida reduzca las posibilidades de enfermedad trombótica, conviene estar alerta ante la posibilidad de que aparezca un trombo, para lo que es clave reconocer sus síntomas. “Las señales más habituales son la hinchazón y el dolor en la zona afectada, además de sentir calor o tener enrojecida esa zona. Si aparece alguno de estos síntomas, lo primero es acudir al médico, que en caso de confirmar el trombo pautará una medicación que es muy importante seguir”, indicó.