Los problemas cardiovasculares pueden ser provocados por diversos factores, entre ellos una alimentación inadecuada, sedentarismo, tabaquismo o el consumo de alcohol. Sin embargo, cuando una persona se plantea modificar sus hábitos para reducir las posibilidades de sufrir un accidente cardiovascular, por lo general no suele tener en cuenta el cuidado de su salud emocional.
Las emociones tienen mucha más relevancia sobre el buen funcionamiento del corazón de lo que se puede considerar en un principio. Debido a que el nivel de estrés, el nerviosismo o la ansiedad suelen ser difíciles de medir, en ocasiones estos síntomas no son tenidos en cuenta como potencial causa de un problema cardiovascular.
El estrés y la ansiedad son importantes factores de riesgo cardiaco relacionados con el estado anímico, pero no a todas las personas les afecta de la misma manera. Las mujeres son más vulnerables a este tipo de enfermedades debido a que presentan mayores niveles de estrés, carga mental y ansiedad que los varones, y así lo demuestran las cifras, ya que la tasa de mujeres que sufren depresión y ansiedad es el doble que la del colectivo masculino. Además, ante estas situaciones ambos sexos no reaccionan igual. A diferencia de los hombres, durante situaciones estresantes el flujo de sangre en las arterias coronarias de las mujeres no aumenta, lo que provoca que no haya suficiente sangre que llegue al corazón y que se enfrenten a mayores problemas cardiacos.
Uno de los efectos de una alta exposición al estrés es el síndrome del corazón roto - también conocido como miocardiopatía por estrés-, que es entre siete y nueve veces más probable en ellas. Esto se relaciona con circunstancias traumáticas o emocionalmente adversas y se presenta con mayor frecuencia en mujeres postmenopáusicas.
Pero, ¿qué medidas pueden tomar las mujeres para luchar contra el exceso de estrés? En primer lugar, es importante que ellas sean más conscientes de sus emociones para poderlas controlar en mayor medida, aunque no es una cuestión sencilla. Se pueden incorporar ciertos hábitos como la práctica de ejercicio físico, que no solo ayuda a controlarlo, sino que también tiene beneficios sobre otros factores de riesgo, y seguir una dieta equilibrada, dormir al menos 7 horas al día o practicar técnicas de relajación o meditación. Si esto no funciona, se recomienda acudir al médico. Por otro lado, es conveniente realizar controles cardiovasculares con frecuencia con el objetivo de identificar estos problemas a tiempo y poder tomar las decisiones más adecuadas.
Diferentes investigaciones han concluido que existe una estrecha relación entre la depresión y la enfermedad cardiovascular, hasta el punto de que una puede derivar en la otra, y viceversa. Teniendo en cuenta que la depresión se ha convertido en un problema de salud de primer orden, los especialistas abogan por tener en cuenta estas emociones a la hora de llevar a cabo el diagnóstico de las enfermedades cardiovasculares, así como incluir su manejo en las estrategias destinadas a prevenirlas y tratarlas. En la actualidad España es uno de los países europeos con mayor tasa de personas con depresión, un trastorno mental que trae consigo la disminución de actividad física, abuso del tabaco o el alcohol, insomnio, e incluso una ingesta mayor en la dieta diaria. Todos ellos hábitos que tienen un impacto directo sobre la salud cardiovascular.
Además de que las mujeres presentan una mayor propensión a sufrir depresión, la llegada de la menopausia provoca en ellas una serie de cambios hormonales que pueden contribuir a desequilibrar su estado anímico, por lo que muchas pueden experimentar síntomas depresivos que pueden desencadenar problemas cardiovasculares.
Recuerda: no dejes de cuidar tu salud emocional.
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