La Sociedad Española de Neurología (SEN) advierte que más de cuatro millones de españoles sufren algún trastorno del sueño crónico y grave. Detrás de esa situación puede haber un problema que afecta a la salud cardiovascular. Por ejemplo, apnea del sueño, que consiste en la obstrucción de las vías respiratorias superiores durante al menos 10 segundos e impide una correcta oxigenación de la sangre. Una de sus consecuencias es la falta de descanso nocturno. Pero además, distintos estudios relacionan la apnea del sueño con la hipertensión arterial, y a su vez, la hipertensión es un importante factor de riesgo cardiovascular.
Por otra parte, la SEN también señala que entre un 20% y un 48% de la población adulta tiene dificultad para iniciar o mantener el sueño, lo que se traduce en que casi la mitad de la población no duerme bien. Además del cansancio que esto pueda generar, nuestro cuerpo puede verse afectado de otras formas. La razón es que el sueño está asociado con distintas funciones en el organismo. Por eso, si no dormimos lo que necesitamos, estamos poniendo en peligro nuestra salud.
Así lo desveló un estudio publicado en European Journal of Preventive Cardiology, donde se concluye que aquellas personas que, además de llevar unos hábitos de vida saludables como realizar actividad física de forma regular, mantener una alimentación equilibrada, moderar el consumo de alcohol y no fumar, duermen un mínimo de siete horas al día, reducen hasta en un 65% el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. El mismo estudio estimó que en esas personas el riesgo de morir por enfermedad cardiovascular se reduce un 83% en comparación con aquellas personas que no siguen ningún hábito de vida saludable.
Entre las causas que explican estas cifras se encuentra la de que un sueño reparador mejora la función endotelial y ayuda a disminuir la presión arterial, ya que mientras dormimos se produce una relajación muscular que también afecta a las arterias. Esta relajación provoca una bajada fisiológica de la presión arterial de entre un 10% y un 15%. En las fases REM del sueño (Rapid Eyes Movement o Movimiento Ocular Rápido) ocurren varias veces a lo largo del sueño induciendo cambios significativos en la fisiología cardiovascular, como modificaciones en la frecuencia cardiaca y la presión arterial.
Por eso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el sueño nocturno tenga una duración media de entre 7 y 8 horas para los adultos. Además, ese sueño debe ser reparador, para lo que es importante que la calidad del sueño sea alta, lo que significa que las horas que durmamos debemos dormirlas sin interrupciones y profundamente. Sabremos si hemos cumplido esa recomendación cuando al despertarnos a la mañana siguiente comprobemos que nos encontramos perfectamente descansados.
Para conseguirlo, hay algunas recomendaciones que pueden echarnos una mano:
- Procurar acostarse alrededor de la misma hora para acostumbrar al organismo a una rutina horaria con la que resulta más fácil descansar.
- Productos estimulantes como el chocolate o el cacao pueden dificultar un sueño reparador si se toman poco antes de ir a la cama. Ocurre lo mismo con la teína y la cafeína. Por eso la recomendación es evitarlos por la noche.
- Acostumbrarse a cenar de forma ligera y al menos un par de horas antes de irse a dormir también facilita el buen sueño.
- Practicar ejercicio es un hábito saludable que aporta beneficios, pero debemos evitarlo a última hora del día, ya que eleva la temperatura de nuestro cuerpo y puede dificultar el sueño.
- A pesar de que está muy extendida la creencia de que una copa de alcohol puede ayudar a dormir, no es cierta. El alcohol altera la fase REM, por lo que no facilita un sueño reparador.