¿Qué efectos tiene la infección por COVID-19 en quienes padecen enfermedades cardiovasculares (ECV)? ¿Y en quiénes aún no han sufrido ninguna patología cardiaca? ¿Puede el virus SARS-CoV-2 desarrollarla? ¿Cómo ha afectado la pandemia a nuestra salud cardiovascular?
A estas preguntas respondieron en la primera sesión del VIII Foro de Salud Cardiovascular para Pacientes y Familiares las doctoras Clara Bonanad Lozano, cardióloga del Hospital Clínico Universitario de Valencia y presidenta de la Asociación de Cardiología Geriátrica de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), y Marisol Bravo Amaro, también cardióloga y coordinadora de la Unidad de Prevención de Riesgo Cardiovascular y Rehabilitación Cardiaca del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo.
Y es que la pandemia no solo ha causado alrededor de 80.000 fallecimientos en España desde que comenzó, sino que también ha empeorado nuestra salud cardiovascular en términos generales. Así lo expuso la doctora Clara Bonanad Lozano, que advirtió que los factores de riesgo cardiovascular, que son los hacen que tengamos más riesgo de sufrir eventos cardiacos, están ahora más descontrolados. Se refería a los factores modificables, aquellos que está en nuestras manos poder modular, como los niveles altos de colesterol, la hipertensión, el tabaquismo, la diabetes tipo 2, la obesidad, el estrés o el sedentarismo.
“Al principio de la pandemia hemos sufrido cambios obligados de nuestro estilo de vida que han hecho empeorar los factores de riesgo cardiovascular”, señalaba la doctora Bonanad en el encuentro organizado por la Fundación Española del Corazón (FEC) con la colaboración de AMGEN. La cardióloga recordó que sobre todo en los meses de marzo y abril de 2020 aumentó la ansiedad de la población, “y eso se ha mantenido a lo largo de los meses siguientes, además de que se ha consumido más tabaco y alcohol, han aumentado los niveles de colesterol, de azúcar y la mala alimentación, hemos tenido menos actividad física y se ha producido un empeoramiento de parámetros analíticos. En resumen, han aumentado los factores de riesgo cardiovascular que hay que atajar para que en los próximos años no se traduzcan en más eventos cardiovasculares”, señaló. De ahí la importancia de que ahora más que nunca velemos por un estilo de vida saludable, incorporando a nuestra rutina diaria el ejercicio y la dieta mediterránea y olvidándonos de hábitos nocivos como el tabaco o el alcohol.
Por su parte, la doctora Marisol Bravo Amaro explicó de qué manera afecta el virus a la salud cardiovascular destacando que los pacientes ingresados por COVID sufren afectación cardiaca en el 25% de los casos, y que esa afectación se da “incluso en aquellos pacientes que no tenían cardiopatía previa. Esto les confiere mayor mortalidad”, aseguró insistiendo en la importancia de mantener las medidas de higiene para evitar los contagios.
Según explicó la doctora Bravo, la gravedad de la infección por COVID-19 depende de la cantidad de los virus que son inoculados en el contagio, de cómo responda nuestro sistema inmune y de la presencia de comorbilidades, ya que se sabe que ser hipertenso, diabético o tener una ECV confiere peor pronóstico y más riesgo.
Pero, ¿cómo produce la infección por COVID-19 daño en el corazón? La cardióloga del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo señaló que lo puede hacer a través de distintos mecanismos. Por una parte, es posible que el daño pulmonar provoque hipoxemia, una situación en la que el corazón recibe menos oxígeno del que necesita porque el pulmón no está oxigenando adecuadamente. Además, el sistema inmune puede responder exageradamente, “y cuanta más inflamación exista, peor”, señalaba la doctora Bravo, que añadía que la infección por coronavirus también podía favorecer “una ruptura en las placas que están en las arterias coronarias y favorecer los trombos; o que haya una invasión del virus que se fija e infecta las células del miocardio”. Por último, el virus también puede facilitar la trombosis a nivel microvascular.
Por todo lo anterior, los pacientes que presentan un infarto relacionado con una infección por COVID-19 suelen sufrir infartos “más extensos, más graves, que cursan con shock y con insuficiencia cardiaca y con mayor mortalidad”, afirmó en el VIII Foro de Salud Cardiovascular la doctora Bravo.
La vacunación, clave
Evitar ese tipo de afectación solo es posible si controlamos los factores de riesgo cardiovascular con estilos de vida saludables y evitamos el contagio por coronavirus, para lo que las vacunas juegan un papel fundamental. Por eso, tanto la doctora Bonanad como la doctora Bravo insistieron en la importancia de vacunarse, destacando que el riesgo de trombosis con vacunas es muy inferior al riesgo de complicaciones cardiovasculares en caso de infección por COVID-19.
Citando las cifras recordadas por el doctor Vivas, coordinador del Grupo de Trabajo de Trombosis de la SEC, las cardiólogas señalaron que la trombosis por vacunación con AstraZeneca ocurre con una incidencia del 0,0006%, mientras que por vacunación con Janssen sucede en el 0,00009%. Sin embargo, fumar activamente conlleva una incidencia de trombosis mucho más alta, del 0,28%, igual que tomar anticonceptivos orales, que conlleva un riesgo de trombosis de entre el 0,07 y el 0,13%. Por su parte, hacer un viaje en avión prolongado se asocia con un riesgo de trombosis de entre un 3 y un 12%, y la terapia hormonal por menopausia, del 0,6%. “Pero es que sufrir un COVID-19 sin ingreso hospitalario tiene un riesgo de trombosis del 1%, riesgo que aumenta al 5% si se requiere ingreso hospitalario, y si es necesario un ingreso en UCI, la trombosis ocurre hasta en el 20-25% de los casos”, señaló la doctora Bravo para recalcar la importancia de ser vacunados y evitar así una infección por COVID-19 que puede ser letal.