Su consumo aumenta año tras año, especialmente entre la población más joven: según los datos de la encuesta ESTUDES 2018-2019, en España casi la mitad de los estudiantes de 14 a 18 años ha consumido en alguna ocasión cigarrillos electrónicos (48,4%). Entre otras razones, porque la población en general, y los adolescentes en particular, no asocian su consumo a ninguna clase de peligro. Sin embargo, la ciencia cada vez cuenta con más evidencias que hablan del daño que puede producir el vapeo.
Según se explica en el Informe sobre los cigarrillos electrónicos realizado por el Ministerio de Sanidad, aunque estos productos se publicitan habitualmente como inocuos, suponen un riesgo para la salud vinculado tanto al uso como a la exposición al aerosol que emiten. Entre las principales consecuencias de su consumo a corto plazo, el informe cita “efectos fisiológicos adversos en las vías respiratorias similares a aquellos asociados al humo del tabaco”, además de otros potenciales peligros por las sustancias cancerígenas que se han encontrado en los líquidos y el aerosol de los cigarrillos electrónicos, a lo que añade que además se han descrito intoxicaciones y otros efectos adversos relacionados con estos productos. Por otra parte, su utilización genera “emisión de propilenglicol, partículas PM2.5, nicotina y sustancias cancerígenas que pueden contaminar los espacios cerrados, con los consecuentes riesgos por exposición pasiva”, detalla el informe.
Pero además de todo lo anterior, pueden provocar daño cardiovascular. Así se explica en el informe ‘Cigarrillos electrónicos: una nueva amenaza para la salud cardiovascular’, elaborado por la World Heart Federation (WHF), donde se afirma que los consumidores de cigarrillos electrónicos tienen casi el doble de probabilidades de sufrir un infarto que los no fumadores, como explicábamos en una reciente nota de prensa. Otras consecuencias del vapeo apuntadas por los expertos son la elevación del ritmo cardiaco y la presión arterial, latidos cardiacos irregulares, problemas vasculares y un posible incremento del riesgo de coágulos sanguíneos. Y eso sin contar con que la nicotina es una sustancia tóxica y altamente adictiva que también se encuentra en los cigarrillos electrónicos electrónicos, lo que puede generar una alta dependencia. De hecho, muchos fumadores de estos dispositivos la desarrollan, ya que se trata de una sustancia que puede ser tan adictiva como la cocaína o la heroína.
Por todo lo anterior, los expertos creen que es vital monitorizar el uso de estos productos y desarrollar estrategias para prevenir la promoción, venta y uso de cigarrillos electrónicos por adolescentes. De ahí que la WHF, a la que se ha sumado la Fundación Española del Corazón (FEC), pida a los gobiernos una regulación más estricta y una mayor supervisión de las estrategias de marketing y ventas de estos dispositivos, en un intento decidido de poner freno a esta nueva forma de consumo de tabaco, especialmente entre la población joven.