Cuando el corazón deja de recibir la sangre que necesita para funcionar con normalidad el diagnóstico es cardiopatía isquémica, una enfermedad ocasionada por la aterosclerosis de las arterias coronarias, que son las encargadas de proporcionar sangre al músculo cardiaco. Estas, al estrecharse por la aterosclerosis, impiden el paso adecuado de la sangre, pudiendo producir un infarto o angina de pecho. Pero, ¿cómo se produce ese proceso?
Como explica la doctora Petra Sanz Mayordomo en este artículo, la aterosclerosis se acelera con la edad y en pacientes que tienen factores de riesgo, como quienes padecen diabetes, hipertensión, son fumadores, obesos o tienen niveles de colesterol elevado. La buena noticia es que, manteniendo esos factores de riesgo controlados, podemos lograr que el proceso sea más lento. De lo contrario tendremos mayor probabilidad de padecer enfermedad obstructiva de las arterias coronarias y, por tanto, más posibilidades de sufrir angina o infarto, las dos manifestaciones de la cardiopatía isquémica.
En el caso de la angina de pecho estable, el síntoma principal es un dolor recurrente en el tórax que suele durar entre uno y 15 minutos y se desencadena tras el ejercicio físico o las emociones, aliviándose en pocos minutos con reposo o nitroglicerina sublinlingual. El infarto se manifiesta igualmente a través de un dolor en el pecho de similares características a la angina, pero se mantiene durante más de 20 minutos y puede ocurrir en reposo. La consecuencia final es la muerte del territorio que irriga la arteria obstruida. Por eso, la gravedad del infarto de miocardio dependerá de la cantidad de músculo cardiaco que se pierda.
En cuanto al pronóstico, en el caso de la angina de pecho es muy variable, ya que depende de la extensión de la enfermedad y de lo dañado que esté el músculo cardiaco. Hay enfermos que están controlados y que apenas presentan síntomas mientras que otros tienen una esperanza de vida corta. El factor que más influye en el pronóstico es el buen o mal control de los factores de riesgo coronario. En caso de infarto, el daño se incrementa según el tiempo pasa y, una vez muere la porción de músculo cardiaco, es imposible recuperar su función. Sin embargo, ese daño se puede interrumpir si el miocardio vuelve a recibir sangre por medio de procedimientos que liberan la arteria bloqueada. Por eso es clave que la persona que está sufriendo un infarto sea atendida lo antes posible. Lo ideal es que reciba atención en el transcurso de la primera hora desde el inicio de los síntomas.
Cómo prevenir
Según los cardiólogos, prácticamente desde que nacemos comienza nuestra carrera hacia la enfermedad cardiovascular (ECV). De ahí que desde la infancia debamos llevar una vida saludable que consiste en seguir una dieta equilibrada con los nutrientes adecuados (hidratos de carbono, proteínas y grasas en la proporción adecuada, lo que básicamente se corresponde con la dieta mediterránea); hacer ejercicio igualmente desde edades tempranas y mantener ese hábito en la edad adulta; y, por supuesto, no fumar. A lo anterior hay que sumar a partir de una edad los controles médicos para vigilar si aparece algún factor de riesgo.