Se estima que afecta a entre 1,0 y 2,5 viajeros de avión de cada 10.000. Y se trata de un problema clínico potencialmente peligroso. Hablamos del llamado “síndrome de la clase turista”, relacionado con los vuelos de larga duración y la inmovilización prolongada. La buena noticia es que existen medidas para prevenirlo.
Como explica el doctor Francisco Marín, del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca (Murcia) en la revista de la Fundación Española del Corazón, se trata de una dificultad en el retorno venoso de los miembros inferiores por la falta de movimiento y la estrechez mantenida durante varias horas, lo que puede incrementar el riesgo de Enfermedad Tromboembólica Venosa (ETEV). El primer caso comunicado tras un vuelo se publicó en 1954. Fue el de un pasajero de un vuelo de 14 horas entre Venezuela y Boston.
En 1977 se propuso el término de “síndrome de la clase turista” relacionándolo con los vuelos de larga duración, sobre todo en la clase económica, en los que se produce una inmovilidad prolongada de las piernas, por lo reducido del espacio, que dificulta la circulación sanguínea y favorece la formación de trombos en las venas, con el consiguiente riesgo para la salud. El riesgo para la salud se produce al estar sentado porque se comprime la circulación, tanto en la zona inguinal como en la rodilla, dando lugar a un flujo venoso enlentecido en la zona de las pantorrillas. La relación entre la duración del vuelo y el riesgo de ETEV es muy estrecha. De hecho, se ha estimado que el riesgo aumenta un 26% por cada incremento de 2 horas de viaje.
Causas
Como explica el artículo de la revista de la Fundación Española del Corazón, el síndrome es consecuencia de varios aspectos. Algunos dependen de las condiciones del vuelo, como por ejemplo la inmovilización prolongada, la falta de oxígeno a baja presión, la relativa baja humedad de la cabina y la falta de hidratación. Otros factores dependen de las características del viajero, como son la obesidad, toma de fármacos anticonceptivos, terapia hormonal o el tabaquismo, y condiciones que han demostrado aumentar el riesgo de trombosis, como el cáncer, la cirugía reciente, el embarazo o ciertos defectos genéticos asociados.
En cualquier caso, el entumecimiento de las piernas, la hinchazón y el dolor en las mismas nos debe hacer sospechar de una trombosis venosa. Por otra parte, hay que resaltar los síntomas que pueden hacernos pensar en un embolismo de pulmón, como son la sensación de falta de aire, el aumento de la frecuencia respiratoria, el dolor torácico, e incluso la sensación de intranquilidad y el no poder respirar bien.
Cómo reducir riesgos
En los vuelos de larga duración, de más de cuatro horas, se recomienda realizar pequeños paseos y hacer ejercicios sencillos de movilidad de las piernas. Además hay que tener en cuenta las siguientes medidas:
- Realizar una adecuada hidratación, ya que la deshidratación produce una mayor viscosidad sanguínea. Se recomienda beber unos 200 ml cada hora, y se desaconseja el consumo de bebidas alcohólicas, ya que favorecen la deshidratación.
- El uso de las medias de compresión parece ser muy útil, ya que la presión es mayor a la altura de los tobillos, favoreciendo la circulación en las piernas. Existen varios estudios que han demostrado que el uso de las medias de compresión durante el vuelo reduce de una forma marcada el desarrollo de la enfermedad tromboembólica venosa (llegando a desarrollar trombosis en solo una décima parte, en comparación con quienes no usaban dichas medias) y, en general, tienen una buena tolerancia.
- Se ha planteado el tratamiento con aspirina a dosis bajas, o incluso alguna dosis de heparina, sin embargo, solo se debería aconsejar su uso en pacientes muy seleccionados que pertenezcan a la categoría de alto riesgo. A pesar de que se han descrito una serie de marcadores genéticos que incrementan el riesgo trombótico, la llamada trombofilia, no se aconseja un estudio rutinario sobre dichos marcadores.