Cuando las válvulas cardiacas enferman es posible repararlas mediante una operación quirúrgica. El objetivo es reconstruir la válvula afectada para que funcione correctamente o sustituirla por una prótesis valvular. Pero, ¿cuándo se aconseja esta cirugía?
Los expertos la recomiendan cuando aparecen síntomas severos que impiden una vida razonable para la edad del paciente o si se trata de personas que, aunque no tengan muchos síntomas, padecen una lesión que hace peligrar la vida a corto plazo. Y es que no todas las lesiones valvulares son iguales.
Como explican los expertos, las válvulas pueden sufrir dos tipos de lesiones: el estrechamiento o fusión de la válvula, que dificulta su apertura y el paso de sangre; y las insuficiencias o cierre defectuoso valvular, que hace que la sangre fluya en una dirección errónea. Algunas lesiones ocasionan precozmente ahogo y fatiga, mientras que otras solo dan síntomas en fases muy avanzadas de la enfermedad.
Las situaciones en las que suelen darse estas lesiones incluyen enfermedades congénitas del corazón que producen deformidades de las válvulas desde la vida fetal; lesiones producidas por la fiebre reumática (generalmente infantil y como consecuencia de unas anginas mal curadas), que causan la enfermedad mitral y aórtica; y en lesiones degenerativas, que aparecen en personas ancianas por desgaste y calcificación, por ejemplo la estenosis aórtica calcificada del anciano, aunque la insuficiencia de la válvula mitral tampoco es infrecuente.
Cómo se sustituye una válvula
La intervención para sustituir una válvula mediante cirugía convencional o abierta, consiste en dividir y separar las dos mitades del esternón, detener el corazón y derivar la sangre a una máquina de circulación extracorpórea. Es entonces cuando se sustituye la válvula existente por una prótesis biológica o mecánica. Las primeras están hechas generalmente de pericardio animal (bovino o porcino), y se suelen utilizar en pacientes que no desean tomar anticoagulantes o quieren continuar con la práctica de deportes de riesgo; en quienes tengan problemas médicos adicionales como úlcera de estómago, enfermedades preexistentes de la coagulación o una edad muy avanzada; y en mujeres que deseen gestar y no deben tomar anticoagulantes por el riesgo de malformaciones fetales. Su duración es limitada, entre 8 y 15 años.
En cuanto a las prótesis mecánicas, están fabricadas en materiales como plástico o metal y suelen durar toda la vida después de implantadas. Pero, estas prótesis se obstruyen si se foman coágulos en su superficie, por lo que los pacientes precisan tomar diariamente, y de forma indefinida, anticoagulantes orales. En general tienen una vida útil de 20 a 30 años.
Otra opción es el implante percutáneo mediante catéteres de prótesis aórticas, pulmonares, mitrales o tricúspideas. Este tipo de bioprótesis pueden implantarse por vía percutánea, con el uso de catéteres a través de una punción en las arterias femorales, o de las venas femorales o yugulares, según sea el caso. Las prótesis aórticas suelen indicarse en pacientes adultos, por encima de 75 años, con estenosis aórtica degenerativa tanto de alto, medio o bajo riesgo para la cirugía o que no quieran operarse.