La dieta saludable se ha asociado tradicionalmente a la prevención de las enfermedades cardiovasculares. Un nuevo estudio ha analizado la relación entre una dieta sana y el riesgo cardiovascular de pacientes en tratamiento farmacológico, determinando que aumenta la efectividad de los fármacos y ayuda en la prevención secundaria de las enfermedades del corazón.
La Fundación Española del Corazón (FEC) recuerda que la dieta mediterránea y, en concreto el consumo habitual de frutas, verduras, legumbres, pescado y aceite de oliva ayudan tanto a la prevención como al tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, así como la disminución del consumo de grasas, especialmente las saturadas, y evitar los productos como huevos, carnes, embutidos o quesos.
El estudio, publicado en la revista Circulation, determina que una alimentación saludable para el corazón, reduce un 22% las posibilidades de sufrir un segundo evento cardiovascular. Según el Dr. Leandro Plaza, presidente de la FEC, "ningún cardiópata, en su mayoría quienes han sufrido un infarto, debería salir de la consulta médica sin recibir unas indicaciones dietéticas adecuadas al tipo de medicación prescrita. Los cardiólogos deben acostumbrarse a añadir esas indicaciones junto con la prescripción del fármaco".
Para realizar la investigación, se analizaron los hábitos alimenticios de 31.546 personas (9.378 mujeres y 22.168 hombres) que habían participado en estudios paralelos (ONTARGET y TRANSCEND), todas ellas mayores de 55 años, con un historial clínico de enfermedad cardiovascular y bajo medicación farmacológica con antihipertensivos. El análisis nutricional contó con personas de 40 países distintos y se llevó a cabo mediante un cuestionario de frecuencia de alimentos de 20 preguntas.
Dependiendo de la frecuencia en que se consumían determinados alimentos, se clasificaron los pacientes en cinco grupos distintos, demostrando que aquellos que adoptaron la alimentación más sana, mostraron una reducción significativa del riesgo cardiovascular. Los resultados confirman que una alimentación saludable y sana para el corazón puede reducir un 35% el riesgo relativo de muerte cardiovascular, un 14% el riesgo a sufrir infarto de miocardio, un 19% el riesgo de accidente cerebrovascular y un 28% el riesgo de padecer insuficiencia cardiaca congestiva. Además, este tipo de alimentación está asociada a un mayor beneficio de los fármacos utilizados en la prevención secundaria.
"Acompañar una medicación adecuada con una dieta cardiosaludable complementa y multiplica la acción del medicamento, ayudando al paciente en la mejora y el control de su salud cardiovascular. Un ejemplo de ello es el uso de estatinas en el tratamiento del colesterol combinado con una alimentación baja en grasas. En este caso, el paciente logra reducir el colesterol que fabrica su propio hígado mediante el fármaco y, gracias a una dieta saludable, disminuye también el colesterol que proviene de los alimentos ingeridos. Así, el tratamiento es mucho más efectivo", explica el Dr. Plaza.
Los resultados del estudio muestran que los hábitos de alimentación saludable suponen una reducción del riesgo cardiovascular aplicable a todos los países. En concreto, la alimentación saludable se asocia a una reducción del riesgo cardiovascular del 28% en los países del oeste (según el estudio todos aquellos que pertenecen a Europa, Norte América, Nueva Zelanda y Australia), del 30% en los países del este (China, Hong Kong, Filipinas, Singapur, Malasia, Corea del Sur, Tailandia y Taiwán) y del 32% en los países Sur Americanos (Argentina, Brasil, Chile y Colombia).