La inactividad física es una epidemia mundial, y no menor. El sedentarismo incrementa el sobrepeso y la obesidad, la hipertensión, la diabetes y el colesterol en sangre. Y hasta puede estar detrás de la depresión. ¿No se lo cree? Pues siga leyendo.
La inactividad física es el cuarto factor de riesgo de muerte más importante en todo el mundo, solo por detrás de la hipertensión arterial y el tabaquismo y al mismo nivel que la diabetes. El sedentarismo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la causa del 6% de los fallecimientos del planeta: 3,2 millones de personas mueren cada año por adoptar un nivel insuficiente de actividad física. Y tome nota, porque, según la agencia de Naciones Unidas, las personas sedentarias tienen entre un 20 y un 30% más de probabilidades de morir en edad temprana que las no sedentarias.
Estas cifras, todas de la OMS, son alarmantes, pero no quedan ahí. El organismo asegura que la inactividad física está detrás de hasta el 25% de cánceres de mama y de colon, del 27% de los casos de diabetes y del 30% de las cardiopatías isquémicas, es decir, de la angina de pecho y el infarto agudo de miocardio, provocadas, ambas, por el estrechamiento (arteriosclerosis) de las arterias coronarias.
La peor noticia es que el sedentarismo está aumentando en el mundo de forma alarmante, hasta el punto de que los organismos sanitarios están empezando a considerarlo una epidemia. La OMS calcula que alrededor del 60% de la población mundial no realiza la actividad física necesaria para obtener beneficios para la salud. Los tres enemigos de la salud Las consecuencias sanitarias de esta situación pueden ser devastadoras. La falta de ejercicio físico predispone a sufrir sobrepeso y el «trío de prinicipales enemigos» de la salud cardiovascular: hipertensión, colesterol elevado y diabetes.
Además, se ha demostrado que las personas sedentarias suelen fumar y llevar una alimentación desequilibrada. El sobrepeso, causado, normalmente, por un desequilibrio entre las calorías que ingerimos y las que gastamos, predispone a sufrir enfermedades cardiovasculares como cardiopatía y accidente cerebrovascular (ictus), así como diabetes, osteoartritis –una enfermedad degenerativa de las articulaciones– y algunos tipos de cáncer.
Por su parte, la hipertensión es un factor de riesgo para sufrir insuficiencia coronaria, angina de pecho, arritmias, trombosis y arteriosclerosis. Incluso puede reblandecer las paredes de la arteria aorta y producir su ensanchamiento –aneurisma– o su rotura, lo que provocaría la muerte. La hipercolesterolemia –nivel de colesterol elevado en sangre– supone un riesgo para la salud cardiovascular. Según la Fundación Española del Corazón (FEC), una persona con una cantidad de colesterol en el torrente sanguíneo superior a 240 mg/dl tiene el doble de probabilidades de sufrir un infarto que aquellas que bajan de 200 mg/dl.
La diabetes también puede desencadenar una cardiopatía o un ictus. Es más, el 50% de los enfermos diabéticos muere de enfermedad cardiovascular. Además, puede ocasionar úlceras en los pies, retinopatía diabética, que se debe al daño en los vasos sanguíneos de la retina y que puede provocar ceguera, e insufi ciencia renal.
Más sillón, más depresión
Pero el sedentarismo también puede afectar, al parecer, a nuestra salud emocional. En 2013, un equipo de investigación de la Universidad de Qingdao (China) concluyó, después de revisar 24 estudios elaborados en cuatro continentes, que las personas que siguen conductas sedentarias tienen un 25% más de probabilidades de sufrir depresión que la gente que mantiene un estilo de vida activo. Eso sí, detectó diferencias según la actividad: ver la televisión aumenta el riesgo un 13 %; utilizar Internet, un 22%.
El responsable del equipo consideró que esa disparidad ogliga a seguir investigando, aunque la conclusión era clara: «Muévase más y siéntese menos». Para que su salud cardiorrespiratoria se beneficie de la actividad física, la OMS recomienda seguir unas pautas según la edad. Los niños y adolescentes deben realizar 60 minutos diarios de actividad moderada o intensa. Los adultos a partir de los 18 años deben practicar, al menos, 150 minutos semanales de actividad moderada.
Artículo publicado por Sergio Muñoz en el Nº 121 de Salud y Corazón