La ley antitabaco ha logrado reducir desde 2012 en un 4% el número de fumadores en España. Pero aún hay 13,3 millones que no han dejado de fumar pese a que la ciencia ha demostrado que fumar mata. Dejarlo no es fácil, pero si lo logra, en 15 años su cuerpo estará tan sano como si nunca lo hubiera hecho.
«El tabaquismo es el problema sanitario que causa mayor mortalidad y morbilidad en España y el que provoca un coste sanitario y social más elevado en nuestro sistema de salud. Un coste que es superior a los más de 10.000 millones de euros que recauda el Estado gracias a los impuestos especiales asignados a los productos del tabaco». Una carga en asistencia sanitaria, medicamentos y subsidios por enfermedad o discapacidad que resulta «insoportable», como define la cardióloga Regina Dalmau, presidenta de la Comisión Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), y que sería muy sencillo reducir: «Bastaría poner más esfuerzo en prevenir que los jóvenes no adquiriesen el hábito y abordar a los fumadores para que lo dejasen».
La estrategia parece sencilla, pero no lo es, pese a todos los datos que se acumulan en contra del tabaco. Porque los datos y las evidencias científicas sobre los daños que produce el tabaco a la salud son abrumadores: una de cada siete muertes en individuos mayores de 35 años en España es atribuible al consumo de tabaco, y, aunque no fallezcan, los fumadores tienen muchísimas más posiblidades de sufrir ocho enfermedades que empeoran notablemente su calidad de vida antes de acabar con ella:
- Cáncer de pulmón. Es la primera causa de muerte por cáncer en el mundo en varones y está creciendo mucho entre las mujeres. El tabaco es el reponsable de entre el 85 y el 90% de los cánceres de pulmón en varones y de entre el 57 y el 80% de los casos en mujeres.
- Tumores en boca, laringe y esófago. Ocho de cada diez de estos tumores guardan relación con el tabaquismo, por los carcinógenos del tabaco y el daño celular que produce su combustión.
- Cánceres del tracto urinario. Los casos de cáncer de vejiga y uréter son entre dos y cinco veces más comunes entre los fumadores, pues las sustancias nocivas del tabaco tienen que ser expulsadas por ahí, produciéndose una acumulación nociva de toxinas.
- Otros cánceres. La incidencia de cáncer de páncreas es cuatro veces mayor en fumadores. El tabaco también hace aumentar la incidencia de los cánceres gástricos, de hígado, colorrectal, de cérvix, de vulva y de pene. El cáncer de mama es un 16% más frecuente en las fumadoras habituales y los casos de leucemia mieloide aguda son un 50% más habituales en fumadores.
- Hipertensión arterial. Es más frecuente en fumadores crónicos de más de 15 cigarrillos al día. El hábito crónico también acelera la ateroesclerosis.
- Ictus e infarto de miocardio. El tabaco favorece la aparición de fenómenos trombóticos, produce disfunción endotelial y modifica el perfi l lipídico, reduciendo el colesterol bueno (HDL) y aumentando las fracciones de colesterol malo. Eso hace que el riesgo de sufrir un ictus o un infarto de miocardio sea de dos a tres veces superior en fumadores.
- Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Incluso por exposición pasiva, el tabaco es el principal factor causal de la EPOC. La mortalidad por esta causa es 14 veces superior entre los fumadores. El tabaco produce una lesión inflamatoria crónica sobre las vías respiratorias que causa su progresivo deterioro que acaba derivando en bronquitis crónica o enfisema pulmonar.
- Arteriopatía periférica. El tabaco agrava los síntomas de todas estas enfermedades asociadas. Pero aún conociendo las dramáticas consecuencias que acarrea fumar, en forma de enfermedad y muerte, el 29 por ciento de los españoles sigue haciéndolo.
Los efectos del mono
1. Aumenta el apetito. Es inevitable, pero la ganancia de peso se puede evitar no tomando alimentos hipercalóricos.
2. Se engorda. Lo normal es ganar de tres a cuatro kilos, pero esa no es una excusa válida. Con dieta sana, mucha agua y algo de ejercicio, el peso volverá pronto a la normalidad.
3. Crece la ansiedad. Frente a ella, el ejercicio es el mejor remedio: caminar 30 minutos al día a buen ritmo seguro que la reduce.
4. Aumenta el insomnio. Si empieza a ser un problema vaya al médico, pero antes pruebe con el deporte y la relajación: en nueve de cada diez casos funciona.
5. Aparece laimpulsividad. Evite las actividades que tenga asociadas al tabaco. Si la tentación le invade, cambie de actividad.
6. El humor cambia. La ansiedad y el mal humor se apoderan de uno durante los primeros días, pero poco a poco se recupera el estado normal.
7. Disminuye la capacidad de cioncentración. El despiste es normal en los primeros días, pero se pasa.
Cómo reacciona el cuerpo al dejar de fumar
12 horas después. Desaparece la nicotina circulante en sangre y se normalizan los niveles de monóxido de carbono. Eso sí, se intensifican los síntomas del ‘mono’: mal humor, dolor de cabeza, náuseas…
3 días después. La tensión arterial y la frecuencia cardiaca se regularizan en las personas con alguna cadiopatía. El ‘mono’ sigue y es posible que no pueda concentrarse ni en las actividades más simples.
1 semana después. Se empiezan a notar mejorías como la desaparición de la tos y de los cuadros de asfixia en los esfuerzos agudos. La ansiedad no se ha ido, pero cada vez es menor.
8 semanas después. Los cilios que tapizan el árbol bronquial vuelven a impedir la entrada de gérmenes en el organismo. Disminuyen las infecciones respiratorias y la dependencia psíquica.
6 meses después. Los peores momentos ya han quedado atrás: la dependencia psíquica prácticamente no existe, y la circulación y la función respiratoria ya están en buen estado.
1 año después. El riesgo de padecer una enfermedad coronaria ya es un 50% inferior que en los fumadores. La mejoría respiratoria es más que evidente.
5 años después. El riesgo de padecer cánceres de boca, garganta, esófago y vejiga ha disminuído a la mitad.
10 años después. El riesgo de cáncer de pulmón es la mitad del que tenía cuando fumaba. También disminuye el de cáncer de páncreas y laringe. Su cuerpo le da una tregua.
15 años después. Se sentirá como si nunca hubiera fumado. El riesgo de padecer una enfermedad cardiaca será equivalente al que tienen los que nunca han encendido un pitillo.
Artículo publicado por Mercedes Parra en el Nº 121 de Salud & Corazón.