Los números señalan que la enfermedad cardiovascular es peligrosa tanto para hombres como para mujeres. Sin embargo, mientras la mayoría de los hombres tienen una percepción de su riesgo cardíaco, entre las mujeres no se ha generalizado esa percepción. Y eso a pesar de que alrededor de dos millones de mujeres en Europa mueren cada año de enfermedad cardiovascular. O de que es más letal que otras patologías como el cáncer de mama, ya que el colectivo femenino fallece diez veces más de un infarto que de esta otra enfermedad.
Fueron algunos de los datos que la doctora Paola Beltrán, cardióloga del Hospital Sant Joan Despí Moisés Broggi, expuso el pasado martes en la tercera sesión del V Foro Cardiovascular para Pacientes y Familiares organizado por la Fundación Española del Corazón (FEC), en el que advirtió que las mujeres no están protegidas contra el infarto. Ni siquiera antes de la menopausia, ya que también puede ocurrir antes de esa etapa. “La enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte en Europa tanto en hombres como en mujeres, pero lo es más para las mujeres tanto en proporción como en números absolutos”, señaló la cardióloga y coordinadora del grupo de trabajo Mujeres en Cardiología de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Diferencias biológicas, diferentes síntomas diferentes
Una de las causas de que el infarto sea más letal en mujeres es que pueden presentar un patrón más difuso, lo que unido a la creencia de que la enfermedad cardiovascular es una dolencia masculina, lleva a acudir más tarde al hospital. “El intervalo de tiempo entre el inicio de los síntomas y el primer contacto médico es al menos 90 minutos mayor en el caso de las mujeres”, recordó Beltrán, que indicó que en esta situación se solapan factores biológicos y culturales. “Además de que los síntomas pueden presentar un patrón difuso, se tarda más en pedir ayuda porque la mujer piensa que un infarto no le puede estar pasando a ella”, señaló.
Así, aunque el dolor intenso en el pecho es también frecuente en la mujer, en ella se suele dar junto a otros síntomas menos específicos. Entre ellos, irradiación del dolor hacia otras zonas que no tienen por qué ser el brazo -por ejemplo la espalda-; a veces solo cansancio; fatiga... “Por eso es importante mantener un nivel de percepción del riesgo, si no es difícil pensar que se puede estar teniendo un infarto”, advirtió la cardióloga del Hospital
Fue lo que le ocurrió a Rosa Núñez-Hoyo, una paciente de la Escuela de Paciente Experto, de Mimocardio, que contó su experiencia en el foro. “Nunca imaginé que me pudiera estar dando un infarto. Recuerdo que eran las 13.10 cuando empecé a sentir frío. Pensaba que estaba muy cansada y ya está. Hasta las 20.00 no acudí a Urgencias”, recordó esta paciente que superó un infarto hace seis meses. “Todo sucede muy rápido: es una película de la que no quisieras ser la protagonista y cuyo título es: “Infarto”. Pero estás en ella y ocupas un lugar principal. Te meten en una ambulancia (...) De pronto ves el rótulo “Urgencias- Hospital Clínico de Salamanca”. Y es en ese momento cuando te das cuenta que eso va en serio. Todo pasa muy deprisa: análisis, máquinas, voces apagadas. No sabes cuánto tiempo pasa (y te gustaría saber qué hora es). Te dicen que te llevan a quirófano (…). Necesitas pensar y te viene a la cabeza una frase que has dicho muchas veces. ¿Por qué a mí, no? ¿Por qué no iba yo a tener un infarto?”, explicó.
Factores de riesgo
En cuanto a las razones del aumento de casos de enfermedad cardiovascular en la mujer, la doctora Beltrán explicó que los factores de riesgo habituales -hipertensión, diabetes, tabaquismo, sedentarismo, obesidad, hipercolesterolemia y estrés- tienen el mismo impacto en mujeres y hombres, pero en ellas algunos de esos factores tienen especial impacto por su mayor prevalencia. Se trata del tabaquismo, la diabetes mellitus tipo 2 y los trastornos psicosociales derivados de las cargas familiares y laborales que han llevado a que la depresión y la ansiedad se sufran más en el caso de la mujer -se ve afectada por estos trastornos en un porcentaje muy superior al del hombre, concretamente el doble-.
Estos tres factores de riesgo son especialmente relevantes en las jóvenes, y de ahí que el papel protector de los estrógenos, hormonas moduladoras de los factores de riesgo, pueda no ser suficiente para mantenerlas a salvo de la enfermedad cardiovascular. En cuanto a quienes ya han pasado por la menopausia, también están en riesgo ya que en esta etapa los niveles de estrógeno descienden, y con ello desciende la protección. Al bajar los niveles de la hormona protectora la mujer tiene más probabilidad de desarrollar hipertensión, diabetes, aumenta el colesterol LDL y baja el HDL, lo que puede llevar a desarrollar una enfermedad cardíaca si no controla esos factores de riesgo procurando llevar un estilo de vida cardiosaludable que incluya ejercicio frecuente y una alimentación sana y equilibrada.