Ni correr un maratón al día, ni quedarse corto abusando del ‘sillón-ball’. Mantener el corazón en su ritmo ideal implica huir de los excesos. Pero si los problemas se presentan a pesar de no pasarse, hay soluciones para mantener saludable el músculo del amor.
Detrás de las iniciales J. B. está una mujer que vivía pendiente de su corazón. Tenía sus razones. Desde muy joven, empezó a notar que de vez en cuando los latidos se le disparaban a una velocidad desconocida. Un día, mientras saltaba en el patio del colegio, su corazón emprendió una carrera alocada que fue incapaz de detener. Le podía pasar en cualquier situación, en el cine, en la playa… Sin venir a cuento. Así, una y otra vez. Era su debut como paciente de las consultas de cardiología. Pero ¿era grave su situación? ¿tenía solución?
Entre 60 y 80 latidos por minuto. Es la frecuencia cardíaca normal cuando se está en reposo, tranquilamente, leyendo o realizando alguna actividad habitual como andar. A partir de esas cifras, sobre todo cuando se superan las 100 pulsaciones por minuto, “cualquier alteración del ritmo cardíaco recibe el nombre genérico de arritmia a la que luego habrá que ponerle su apellido”, apunta Nicasio Pérez Castellano, cardiólogo de la Unidad de Arritmias del Hospital Clínico de Madrid y presidente de la Sección de Electrofi siología y Arritmias de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Pero, a veces, el corazón comete “pequeñas transgresiones” que no suponen ningún riesgo relevante. Son lo que algunos autores han calificado como “travesuras del corazón sano”. Estas pequeñas anomalías del ritmo cardíaco (básicamente extrasístoles aislados o taquicardias sinusales por ansiedad) pueden aparecer inopinadamente en algún momento de nuestra vida sin que, en muchos casos, sean percibidas por el sujeto que las presenta. Conviene distinguir lo que es grave de lo banal.
Tipos de arritmias
Las arritmias, básicamente, pueden dividirse en dos grandes grupos: las de frecuencia cardíaca elevada por encima de 120 latidos por minuto (taquicardias) y las de frecuencia cardíaca lenta por debajo de 50 latidos por minuto (bradicardias). Cuando la frecuencia es alta —a partir de 100 latidos por minuto— se produce una taquicardia. No obstante, conviene matizar que el corazón, en función de su capacidad adaptativa, puede acelerarse frente a un ejercicio físico o un estrés emocional y enlentecerse con el sueño o el reposo. “Esto es lo fisiológicamente correcto”, puntualiza el cardiólogo.
En ocasiones, pueden percibirse en el pecho o en el cuello pequeños “brincos”, a veces como sensación de “vacío” o de “paro cardíaco” que alarman injustifi cadamente a quien los presenta. Se trata de extrasístoles auriculares o ventriculares que si asientan sobre un corazón sano carecen de relevancia clínica, aunque el paciente los perciba como algo muy incómodo y preocupante. Es responsabilidad del médico tranquilizar al paciente.
Taquicardia
Una aceleración inapropiada. Hasta aquí son reacciones del corazón nada extraordinarias. Otra cosa es que, estando en reposo o realizando cualquier actividad cotidiana, la velocidad del corazón —sin ninguna razón— se dispare. “Estamos ante una aceleración inapropiada (taquicardia) que no necesita el organismo en ese momento y que produce síntomas como palpitaciones, mareos o pérdida de conocimiento. Esta taquicardia no es normal. Algunos tipos de taquicardia son muy incómodas pero no matan. Otras son muy peligrosas, porque ponen en riesgo la vida”, distingue el doctor Pérez Castellano.
En todo caso, si se padecen esos síntomas es importante hacerse una revisión médica. El mecanismo en ambas puede ser parecido: dentro del corazón, en las aurículas o los ventrículos, existe un circuito que permite que un impulso eléctrico entre en él y comience a dar vueltas de forma indefinida sin agotarse, como un coche en una rotonda. ¿Cuándo son peligrosas? Dependerá de la frecuencia de la taquicardia, de dónde haya surgido —el peor escenario son los ventrículos—, y de si ocurre en corazones sanos o enfermos, explica Pérez Castellano. “En ocasiones, las taquicardias —normalmente ventriculares— pueden ser tan rápidas u ocurrir en corazones tan enfermos que se transforman en fibrilación ventricular y el paciente sufre una parada cardíaca. En esta situación aún podemos salvarle la vida si hacemos adecuadamente las maniobras de reanimación cardiopulmonar y lo desfibrilamos”, (aplicar un choque eléctrico en el pecho con un desfi brilador). El problema es el tiempo: “Si pasan más de 10 minutos sin que alguien reanime al paciente, las posibilidades de que sobreviva sin secuelas graves son remotas. Y no todas las paradas cardíacas se producen en enfermos del corazón. A veces suceden en personas aparentemente sanas e incluso deportistas”.
A menudo, los pacientes con arritmias se preguntan si tienen más riesgo de sufrir un infarto. Conviene saber que casi siempre este produce una arritmia y no al revés, y el riesgo es similar al del resto de la población. La arritmia más frecuente en la población de ambos sexos por encima de los 60 años es la fibrilación auricular (FA). En este caso las cámaras cardíacas involucradas son las aurículas que pierden su capacidad contráctil unitaria y coordinada dando paso a unas contracciones mínimas y rápidas (entre 500 y 600 veces por minuto) sin capacidad hemodinámica alguna.
La consecuencia más temida y peligrosa de la FA es el estancamiento de la sangre en la orejuela (una parte integrante de las aurículas) originando la formación de coágulos (trombos) que pueden en un momento impredecible pasar al torrente sanguíneo para impactar contra un territorio alejado del corazón produciendo una trombosis que en el caso del cerebro supondría un ictus isquémico. Los principales factores de riesgo son la edad, hipertensión, tener una cardiopatía previa, diabetes, apnea del sueño y consumir alcohol.
Tratamientos
Para las taquicardias pueden ser desde fármacos antiarrítmicos —suelen ser el tratamiento inicial para evitar que un paciente vuelva a tener otro episodio— o la ablación —cuando los fármacos fallan, o el paciente no quiere medicarse de por vida—. “Es una intervención mediante catéteres y permite acabar para siempre con muchos tipos de arritmias”, afirma el cardiólogo. Para las bradicardias suele implantarse un marcapasos, un dispositivo inteligente que envía estímulos eléctricos directamente al corazón.
Artículo publicado por María José Díaz de Tuesta en el Nº 124 de la revista Salud & Corazón.