45 españoles mueren cada día a consecuencia de insuficiencia cardiaca, una patología cuya incidencia ha aumentado hasta un 30% en la última década debido al envejecimiento de la población y a los avances médicos que consiguen una mayor supervivencia tras un infarto agudo de miocardio, así como a la mayor prevalencia de los factores de riesgo cardiovascular.
Actualmente, afecta en torno al 6,8% de la población de más de 45 años, llegando a estar por encima del 20% (una de cada cinco personas) en la década de los 80 años. En este artículo respondemos a las cinco preguntas más frecuentes sobre esta enfermedad.
¿Qué es?
Según explica Javier Segovia, presidente de la Sección de Insuficiencia Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología, la insuficiencia cardiaca es una situación en la que el corazón es incapaz de bombear sangre en cantidad suficiente para llevar riego a todos los órganos del cuerpo. Existen varios tipos de insuficiencia cardiaca. La sistólica, cuando el corazón se contrae de manera inadecuada para bombear la cantidad de sangre que el organismo necesita tanto en reposo como en ejercicio; y la diastólica, cuando el corazón se relaja con dificultad y la función de relleno de sangre es deficiente. También existe una forma mixta (sisto/diastólica).
¿Qué causas producen insuficiencia cardiaca?
En los países occidentales las causas más frecuentes de esta patología son la hipertensión arterial, la enfermedad coronaria (infartos, angina de pecho), valvulopatías y enfermedades del miocardio o del pericardio. En países en vías de desarrollo, las causas infecciosas pueden ser las pincipales desencadenantes de insuficiencia cardiaca.
¿Qué síntomas tiene?
Puede manifestarse de muy diferentes maneras, aunque las principales son las siguientes:
- Disnea (fatiga respiratoria en esfuerzo o en reposo).
- Ortopnea (dificultad respiratoria al estar tumbado).
- Adinamia o falta de fuerza generalizada.
- Palidez de piel y de mucosas (por mala circulación y anemia).
- Edemas (hinchazón de pies y tobillos que dejan huella cuando se los presiona con el dedo).
- Trastornos digestivos (flatulencia, digestiones lentas, hígado congestivo, ascitis...).
- Aumento de peso (por la retención de líquidos).
- Disminución del volumen de orina.
- Las venas suelen hacerse más visibles, sobre todo las del cuello.
¿Cómo se trata?
El objetivo es tratar la causa que la haya provocado, realizando una revascularización con angioplastia o bypass si es por falta de riego, por ejemplo. Además, resultará fundamental tanto seguir el tratamiento farmacológico indicado por el especialista como controlar el peso, seguir una dieta baja en sal y controlar la ingesta de líquidos. En otros casos será necesario implantar dispositivos como Resincronizadores de la Contracción Ventricuilar (TRC) o Desfibriladores Automáticos Implantables (DAI). Si no se observa mejoría con ninguna de estas técnicas la opción podría ser el trasplante cardiaco.
¿Se puede prevenir?
Un estilo de vida saludable es la mejor herramienta para evitar que la insuficiencia cardiaca aparezca. Comiendo de manera equilibrada, consumiendo muy poca sal y controlando el azúcar, haciendo ejercicio diario a una intensidad moderada y olvidándonos del tabaco podemos prevenir los factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, niveles de colesterol elevado, diabetes, obesidad), cuidando así nuestra salud cardiovascular.