Cada año se realizan en España alrededor de 300 trasplantes de corazón, una alternativa posible desde 1984, cuando tuvo lugar el primer trasplante cardiaco en España. Desde entonces, más de 8.000 pacientes se han sometido a esta intervención, y cada vez con resultados más satisfactorios. Prueba de ello es que la tasa de rechazo anual se sitúa actualmente por debajo del 2%.
A través de esta intervención no solo se pretende mejorar la expectativa de vida del paciente sino también la calidad de esta. Y es que, a pesar de las medidas de prevención, los fármacos y los últimos avances para tratar las enfermedades cardiovasculares, un pequeño porcentaje de pacientes que padecen insuficiencia cardiaca acaban por desarrollar insuficiencia cardíaca terminal, una patología que además de implicar un alto riesgo de fallecer en poco tiempo conlleva una importante incapacidad física. La razón es que el corazón no se contrae adecuadamente, bombeando muy poca sangre al cuerpo. Y en muchos de esos casos, el trasplante cardíaco supone el tratamiento más efectivo para estos pacientes.
Condiciones para el trasplante
Aunque el trasplante puede ser la mejor opción para determinados enfermos, no siempre es posible llevarlo a cabo. Cuando se trata de pacientes en los que el trasplante tiene altas probabilidades de presentar complicaciones como infección activa, o en aquellos con una expectativa de vida limitada por comorbilidades, puede estar contraindicado. Ocurre lo mismo con pacientes que consumen tóxicos como tabaco, alcohol o drogas psicoactivas.
Por eso se evalúa al paciente antes de incluirlo en la lista de espera, analizando la presencia de condiciones médicas como la hipertensión pulmonar irreversible, que aumenta el riesgo de fallo ventricular derecho en el posoperatorio inmediato, por lo que se debe evaluar si esta se puede controlar con medicamentos; o la infección activa o cáncer, casos en que está contraindicado el trasplante por el riesgo de empeorar la situación clínica a consecuencia de la medicación que se debe tomar tras el mismo.
Además, se tiene en cuenta la edad, evaluando el riesgo propio de cada paciente; si padece diabetes y complicaciones asociadas a ella, si sufre enfermedad pulmonar avanzada o enfermedad hepática avanzada, que aumenta el riesgo de muerte antes y después del trasplante, y si padece enfermedad renal crónica, ya que el uso de medicamentos inmunosupresores tras el trasplante puede empeorar la función renal al ser tóxicos para el riñón.