Incorporar el ejercicio al día a día y seguir una alimentación saludable son dos de los pilares para proteger la salud cardiovascular después de un infarto. Sin embargo, no son los únicos aspectos que deben cuidar los pacientes una vez que han recibido el alta. También es importante atender a la parte emocional, ya que con frecuencia los pacientes que han pasado por un proceso cardiovascular agudo presentan signos y síntomas típicos de depresión.
Según explica Julia Vidal, psicóloga experta en ansiedad y estrés y miembro del Consejo de Expertos de la Fundación Española del Corazón, la afectación emocional en los pacientes postinfartados “es frecuente, y entre las emociones o los desórdenes emocionales que aparecen están la tristeza o incluso la depresión. Algunas investigaciones arrojan datos como que durante los 2 meses posteriores aparecen dificultades emocionales en el 15-85% de los casos, y aunque van disminuyendo estos porcentajes al año y a los dos años, algunas personas pueden mantenerlos tras este tiempo”, señala.
La respuesta de las emociones
El sentimiento de tristeza al que hace referencia Vidal se considera una respuesta adaptativa normal. Sin embargo, en ocasiones puede ser muy intensa y conducir a la depresión. “La tristeza es una emoción que aparece cuando sentimos que hemos perdido algo, y después de un infarto perdemos muchas cosas”, afirma Vidal, que cita entre las pérdidas “la sensación reconfortante de invulnerabilidad que tenemos todas las personas, la sensación de haber perdido salud porque sentimos que podemos perder la vida, el hecho de abandonar cosas que habitualmente hacíamos y eran fuente de bienestar… Sientes que tu calidad de vida ha empeorado”, explica. Todas esas sensaciones relacionadas con la pérdida pueden afectar al trabajo, a las relaciones de pareja y a otras áreas cotidianas, abriendo el camino para que en ocasiones la tristeza se convierta en depresión.
Por esa razón es fundamental que los pacientes afronten su diagnóstico desde la tranquilidad y pidan ayuda si es necesario. “El impacto inicial es inevitable, y será normal tener miedo, estar angustiado o, por otra parte, sentir como si nada hubiese pasado, que ocurre en la negación. Pero a partir de aquí es importante ir aceptando todas las etapas por las que se pasará, viéndolas como parte de un proceso normal, y para ello es necesario conocerlas, anticiparnos a lo que se podría sentir. Es fundamental tener la capacidad para identificar y expresar lo que se siente porque, además de que permite afrontar lo que sucede, también proporciona apoyo y consejo de los que rodean al paciente, y activa la búsqueda de soluciones a cada etapa”, señala Vidal.