Los cardiólogos llevan décadas insistiendo en que cuanto antes empecemos a cuidar de nuestra salud cardiovascular, más beneficios obtendremos. Y no solo porque combatir los principales factores de riesgo desde la infancia es la mejor forma de evitar que aparezca la enfermedad cardiaca en el futuro. También porque inculcar rutinas cardiosaludables en nuestro día a día desde niños significa acostumbrarnos a unos hábitos que tenderemos a mantener de adultos.
Para lograrlo, contamos con dos herramientas clave: la alimentación saludable y el ejercicio. Con una alimentación equilibrada basada en la dieta mediterránea y actividad física suficiente para mantener el corazón en forma podremos evitar los principales factores de riesgo como la diabetes, la hipertensión arterial, niveles altos de colesterol, la obesidad y el sedentarismo. Sin embargo, la realidad es que no estamos cumpliendo lo aconsejado por los especialistas en ninguna de las dos áreas: un porcentaje cada vez más alto de niños y adolescentes ya son obesos y/o sedentarios, lo que implica que están en riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular en el futuro.
Según la Organización Mundial de Salud (OMS), la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes de 5 a 19 años ha aumentado de forma espectacular, pasando del 4% en 1975 a más del 18% en 2016. Un escenario nada optimista desde el punto de vista de la salud. Sobre todo si tenemos en cuenta que, además, los más pequeños hacen cada vez menos actividad física: un estudio publicado en Child & Adolescent Health y elaborado por investigadoras de la OMS concluye que más del 80% de los adolescentes en edad escolar de todo el mundo no llegan al nivel mínimo recomendado de una hora de actividad física al día.
Es la razón por la que los especialistas insisten en que, si queremos cuidar la salud cardiovascular de las generaciones futuras, debemos tomar medidas. La recomendación es centrarnos tanto en la alimentación de niños y adolescentes como fomentar la actividad física en estas edades para combatir el sedentarismo.
Entre los consejos de la OMS se encuentra el de evitar que los niños jueguen con pantallas hasta los dos años, procurando además que a partir de entonces el tiempo que pasen delante de ellas sea como máximo de una hora diaria. Además, recuerda que para los niños y jóvenes la actividad física, a la que deben dedicar al menos una hora diaria, consiste en juegos, deportes, desplazamientos, actividades recreativas, educación física o ejercicios programados. Y aunque debe ser en su mayor parte aeróbica, conviene “incorporar, como mínimo tres veces por semana, actividades vigorosas que refuercen, en particular, los músculos y huesos”, señala la OMS en sus recomendaciones.
En cuanto a la alimentación, es importante limitar el consumo de azúcar libre a menos del 10% de la ingesta calórica total, aunque lo ideal es reducir su consumo a menos del 5%. Igualmente es conveniente mantener el consumo de sal por debajo de 5 gramos diarios (equivalentes a menos de 2 g de sodio por día). Además, al igual que los adultos, los niños y adolescentes deben consumir frutas y hortalizas (cinco porciones al día), verduras, legumbres y cereales integrales. En cuanto a las grasas, las no saturadas, presentes en pescados, frutos secos o aceite de oliva, son preferibles a las grasas saturadas, presentes en la carne grasa, la mantequilla, el aceite de palma y de coco, la nata o el queso. Y respecto a las grasas trans, sobre todo las producidas industrialmente, que se encuentran en productos precocinados, bollería o snacks, se recomienda que su consumo se reduzca a menos del 1% de la ingesta energética total.