El número de personas afectadas por la diabetes no deja de crecer. Según la novena edición del Atlas de la Diabetes de la Federación Internacional de Diabetes, más de 460 millones de personas la padecen. Y en caso de que no logren controlarla, muchos de ellos tendrán también problemas cardiovasculares. De hecho, la diabetes es uno de los principales factores de riesgo cardiovascular, llegando a duplicar la posibilidad de padecer una enfermedad cardiaca en comparación con quienes no padecen diabetes.
La buena noticia es que un buen control de los niveles de azúcar y del resto de factores de riesgo cardiovascular lograrán reducir el riesgo cardiovascular hasta asimilarlo al de una persona sin diabetes. Así lo demostró el estudio Risk factors, mortality and cardiovascular outcomes in patients with Type 2 Diabetes publicado en New England Journal of Medicine, donde se comprobó que manteniendo a raya todos los factores de riesgo en un paciente con diabetes – la propia diabetes, la hipertensión, los niveles altos de colesterol, el tabaco…-, tras seis años, su riesgo cardiovascular era exactamente igual que el de la población general.
De ahí la importancia del control de la diabetes si queremos mantener un corazón sano, además de un buen estado de salud general. La razón es que se trata de una enfermedad vascular que afecta a las arterias, por eso todos los órganos sufren sus efectos. Pero en el caso concreto del corazón, además de la afectación vascular de las arterias, que puede provocar infartos, hay una afectación directa del músculo cardiaco que puede producir insuficiencia cardiaca, la miocardiopatía diabética.
¿Cómo controlar la diabetes?
Según los expertos, hay tres herramientas básicas para mantener a raya la diabetes y que esta no afecte a nuestra salud cardiovascular: alimentación saludable, actividad física frecuente y tratamiento farmacológico adecuado.
En cuanto a la primera, la dieta tiene una importancia fundamental en el control de la diabetes, además de como hábito cardiosaludable en general. Tanto que una buena alimentación basada en la dieta mediterránea puede incluso detener o enlentecer la progresión de la diabetes y disminuir la necesidad de fármacos antidiabéticos. Su base son las verduras, las hortalizas, el aceite de oliva, las frutas, los cereales integrales, las legumbres y lácteos desnatados o semidesnatados. Además, se aconseja consumir solo de manera muy ocasional grasas vegetales que no sean aceite de oliva y bollería industrial e intentar reducir la ingesta de carnes grasas y embutido. En cuanto a las proteínas animales, la mejor opción es elegir en lo posible los pescados, sobre todo los ricos en omega 3, y huevos, aunque no en una proporción muy alta.
Los efectos de esta alimentación se han comprobado en el estudio Predimed, publicado en el New England Journal of Medicine, donde se compararon tres tipos de dietas: (1) una dieta control, hipocalórica y saludable, (2) una dieta mediterránea suplementada con frutos secos, y (3) una dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva. El resultado fue que los pacientes que tomaron cualquiera de las dos dietas mediterráneas redujeron en un 30% los casos de infarto agudo de miocardio, ictus o muerte por enfermedad cardiovascular. Además, cuando se analizó la mortalidad total por cualquier causa, se encontró que la dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra redujo la mortalidad casi en un 20%. Otro hecho a tener en cuenta es que, de los 7.500 participantes, 3.230 eran personas con diabetes, y entre estos últimos la dieta mediterránea rica en aceite de oliva virgen extra disminuyó en un 22% la necesidad de tomar fármacos hipoglucemiantes para el control de la diabetes.
Sin embargo, habitualmente no basta solo con seguir una alimentación adecuada. En la mayoría de los casos es necesario combinarla con actividad física, ya que, si la dieta reduce en un 40% la mortalidad cardiovascular en personas con diabetes, la actividad física reduce otro 40% la mortalidad cardiovascular en pacientes diabéticos. Por eso se recomienda practicar como mínimo 30 minutos de ejercicio todos los días, y no pasar más de 30 minutos sentados. En cuanto al tipo de actividad física, el ejercicio más indicado es el aeróbico (andar, bailar, nadar, bicicleta…), pero sin olvidar ejercicios como los de fuerza, que también ayudan a controlar la glucemia, o el ejercicio de flexibilidad. Ambos conviene realizarlos como mínimo dos veces a la semana.
Otra recomendación de los expertos es dedicar 10 minutos al calentamiento y otros 10 a la recuperación, además de procurar evitar hacer el ejercicio después de las comidas o en ayunas. Igualmente es importante llevar siempre carbohidratos, controlar las pulsaciones tanto en reposo como en esfuerzo, y si se notan síntomas de hipoglucemia, tomar unos 15 gramos de carbohidratos, repitiendo la glucemia 15 minutos después.
Finalmente, la tercera herramienta para controlar la diabetes sería el tratamiento farmacológico. Aunque existen gran variedad de fármacos, recientemente se han introducido dos grupos farmacológicos que consiguen dos objetivos importantes: no solo controlan la glucemia, sino que también disminuyen el riesgo cardiovascular. Son fármacos que, bien aumentan la secreción de insulina tras la ingesta de alimentos, favoreciendo a su vez la pérdida de peso, o bien aumentan la eliminación de glucosa por la orina. Ambos grupos a su vez han demostrado tener acciones cardioprotectoras en pacientes con diabetes tipo 2 y se han convertido en un tratamiento de primera línea en pacientes con diabetes.
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