Está ampliamente extendida la idea de que los deportistas deben hacerse una prueba de esfuerzo (PE) para evitar complicaciones con el deporte.
Está ampliamente extendida la idea de que los deportistas deben hacerse una prueba de esfuerzo (PE) para evitar complicaciones con el deporte.
Mensajes del tipo de “Ahora que se acerca el verano, antes de realizar ejercicio de forma intensa es recomendable hacerse una prueba de esfuerzo” o “Todos deberíamos hacernos una prueba de esfuerzo y ver que todo funciona correctamente antes de someter al cuerpo a un esfuerzo o estrés importante” han conseguido extender la idea de lo imprescindible que es hacerse una prueba de este tipo para hacer deporte con seguridad. ¿Qué hay de cierto en todo esto?
Lo primero es diferenciar las pruebas de esfuerzo clínicas y las deportivas. Estas últimas pueden ser más o menos sofisticadas y se realizan con el fin de medir el rendimiento deportivo y calcular los ritmos de competición y las intensidades de entrenamiento. No pretenden aclarar ninguna cuestión clínica y, por lo tanto, no pueden interpretarse como una garantía de seguridad a la hora de hacer deporte.
Las pruebas de esfuerzo clínicas (ECG de esfuerzo con toma de presión arterial, ecocardiograma, resonancia o gammagrafía de esfuerzo o PE con intercambio de gases), a diferencia de las pruebas deportivas, se aplican al diagnóstico, a la valoración de riesgo y a la respuesta a los tratamientos. Dado que este tipo de test se están realizando actualmente en varios centros (cada vez más), consideramos importante nombrar los requisitos que deben cumplir para que llevar a cabo adecuadamente su verdadera función:
- La prueba debe estar interpretada PRESENCIALMENTE por un médico: la valoración del registro electrocardiográfico requiere una formación. Tenga en cuenta que en ocasiones surgen arritmias o eventos inesperados que precisan una actuación urgente, por lo que es obligatorio que el profesional médico esté presente en el momento de realizarla.
- Al igual que el médico, destacamos el importante papel del personal sanitario auxiliar. Serán los encargados de la correcta preparación del paciente y de la toma de las constantes vitales durante el transcurso de la prueba. En caso de urgencia su papel es también completamente imprescindible.
- La sala debe estar dotada con el material necesario en caso de parada cardiorrespiratoria: desfibrilador, medicación…
- Siempre debemos velar por la seguridad del deportista, por lo que el material utilizado debe estar ajustado a sus necesidades (tapices amplios para no tropezar, salas bien ventiladas…).
- La prueba debe ser limitada por síntomas o fatiga (salvo en caso de alguna incidencia). De esta manera buscaremos someter al corazón a un esfuerzo, que sin ser el mismo de las condiciones de competición, es el que mejor va a reproducir un estrés cardiológico máximo.
- Debe reproducir en la medida de lo posible el gesto habitual del deportista: es preferible que, si por ejemplo realiza ciclismo, la prueba sea realizada en un cicloergómetro.
Este tipo de pruebas nos será de gran ayuda cuando el deportista nos viene a la consulta con síntomas, en caso contrario y, sobre todo, pensando en el deportista asintomático la situación es algo diferente. Lo que los mensajes populares hacen creer, es que la prueba de esfuerzo permite identificar a todos los individuos en riesgo por su capacidad para detectar enfermedad coronaria asintomática u otras alteraciones. El problema es que la PE es muy poco sensible y no identifica todos los individuos en riesgo de presentar cardiopatía isquémica (obstrucción de las arterias que llevan sangre al corazón). Por eso creemos importante hacer dos apartados en los que aclaramos tanto las indicaciones como las limitaciones de este tipo de pruebas:
¿Cuáles son las indicaciones de una PE?
- Valorar funcionalmente al deportista. Esto será así sobre todo en el caso de que se realice una ergoespirometría.
- Valorar la presencia de síntomas que ocurren durante el esfuerzo (ver enlace “Síntomas de alarma”). En caso de dolor en el pecho o palpitaciones durante el esfuerzo su médico es posible que le solicite un test de esfuerzo.
- Valorar la respuesta ante determinados tratamientos médicos como antihipertensivos o medicación frenadora.
- Valorar la evolución de determinadas enfermedades cardiológicas.
¿Cuáles son sus limitaciones?
- En cuanto a la valoración funcional del deportista debemos aclarar que un test de laboratorio no reproduce a la perfección las condiciones en las que se suele practicar el mismo, y además, su validez depende en gran medida de la formación específica de quien la interpreta. Estos errores de interpretación pueden provocar que se den datos al deportista que posteriormente usará para sus entrenos pudiendo resultar en infra o sobreentrenamiento.
- La sensibilidad para detectar isquemia es baja ante pacientes asintomáticos. Por eso nuestra insistencia en no “vender” dicho test como si se tratase de un seguro de vida (que es lo que los mensajes populares nos hacen creer).
- Como todo test diagnóstico tiene sus consecuencias. Los falsos positivos (personas que aparentemente parecen tener enfermedad pero en realidad no la tienen) provocan ansiedad en el deportista, desentrenamiento, toma de medicación innecesaria e incluso en ocasiones someterse a pruebas diagnósticas que pueden ser invasivas.
En este ambiente de contradicciones nosotros pensamos que, como colectivo médico, debemos dar las pautas precisas para la correcta valoración del deportista, sin crear falsas esperanzas con un “test de oro” que en realidad no es tal cosa. Las pruebas que requiere cada deportista deben ser personalizadas. No se deben hacer recomendaciones universales. En lo que estamos de acuerdo todos los representantes de este grupo es en que lo realmente importante para evitar sustos, es un programa de ejercicio físico progresivo y adaptado a la condición física de cada uno, prestando mucha atención a los posibles síntomas y descansando siempre que haya enfermedades agudas.