La contaminación ocupa el tercer lugar entre los temas que más preocupan a los habitantes de una gran ciudad como Madrid, por delante del alto coste de la vida o la inseguridad*. Y hay buenos argumentos para ello: a lo largo de 2017 se han registrado más de 20 episodios de "alta contaminación", con niveles de dióxido de nitrógeno por encima de los límites recomendados. Un escenario que no resulta nada beneficioso para la salud cardiovascular.
La contaminación ambiental en las grandes ciudades está considerada un peligroso factor de riesgo para nuestro organismo. Afecta especialmente tanto a la salud cardiovascular como a la respiratoria. Sin embargo, como explicó el doctor José Luis Palma, vicepresidente de la Fundación Española del Corazón, en el simposio celebrado en el último Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares organizado por la Sociedad Española de Cardiología (SEC), el riesgo de muertes prematuras por la exposición a la polución medioambiental es aún más alto para la enfermedad cardíaca (69%) que para las enfermedades pulmonares (28%).
Así, la contaminación incide directamente en el aumento de eventos cardiovasculares como el infarto, la angina de pecho, el ictus o la insuficiancia cardíaca. En concreto, las dos patologías más afectadas por la contaminación ambiental son la enfermedad coronaria y el ictus, que representan el 80% de todas las muertes causadas por la contaminación ambiental.
Además, la exposición a la contaminación ambiental puede afectar de forma más agresiva si ya se padece alguna patología previa. Es una de las conclusiones del estudio Effect Modification of Long Term Air Pollution Exposures and the Risk of Incident Cardiovascular Disease in US Women, publicado en el Journal of the American Heart Association hace dos años. Según esta investigación hay una mayor probabilidad de padecer una enfermedad cardiovascular entre aquellas personas que ya tienen algún otro factor de riesgo cardiovascular, como es el caso de la diabetes. Y a su vez, se considera que la polución incide directamente en el aumento de casos de diabetes, hipertensión arterial y enfermedades respiratorias como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y el cáncer.
Aire limpio
Debido a esta situación, cada año, más de 400.000 ciudadanos mueren prematuramente en la Unión Europea por causas relacionadas con la mala calidad del aire. Sin embargo, no se trata de un escenario irreversible. Como explicó el doctor José Luis Palma en la ponencia que presentó el año pasado en el encuentro Health & The City organizado por el Instituto de Empresa, hay estudios de la OMS que aseguran que con controles más estrictos se podría reducir hasta un 15% el impacto que la contaminación ambiental tiene en la enfermedad cardiovascular, por lo que ciertas medidas ayudarían a mejorar la situación.
Es la razón de que hace unos meses la Comisión Europea enviara una advertencia a varios países, entre ellos España, por no haber resuelto el problema de incumplimiento constante de los límites de contaminación atmosférica correspondientes al dióxido de nitrógeno, cuyas emisiones proceden en su mayor parte del tráfico rodado. De hecho, en 23 de los 28 Estados miembros, las normas de calidad del aire se rebasan con frecuencia, lo que afecta a más de 130 ciudades de toda Europa.
Además de las medidas que los organismos locales y nacionales deben tomar para acabar con el problema, a nivel individual también podemos contribuir a mejorar la calidad del aire. Entre las medidas a poner en práctica se encuentran usar el transporte público o compartir vehículo, elegir un coche de bajo consumo o eléctrico si estamos pensando en comprar uno y caminar o ir en bicicleta cuando nos sea posible.
*Encuesta de Calidad de Vida y Satisfacción con los Servicios Públicos de la Ciudad de Madrid 2016