Es baja en grasa saturada, y cuenta con un alto contenido en proteínas de buena calidad además de ser rica en vitamina B12. Una buena combinación para que la carne blanca se haya convertido en indispensable en nuestra alimentación. Pero, ¿está libre de los riesgos que se le adjudican a las carnes rojas? Y de ser así, ¿cuánto debemos comer y cómo elaborarla para aprovechar sus beneficios?
A la primera pregunta, los expertos contestan que los efectos adversos que se han atribuido a la carne roja no se han encontrado en la carne blanca. De hecho, se la considera buena aliada de la alimentación saludable. Según un artículo publicado en Archives of Internal Medicine en el que se analizó a medio millón de personas, hay una relación inversa entre el consumo de carne blanca y la mortalidad total, y esa relación inversa sigue dándose si se analiza solo la mortalidad por cáncer, tanto en hombres como en mujeres. Es uno de los argumentos que la libran de la mala prensa de la carne roja.
Fue hace algo más de dos años cuando saltaron las alarmas en torno a la carne roja. Ocurrió después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la clasificara en el grupo 2A, “probablemente cancerígena para los seres humanos”. ¿Por qué esa clasificación? “Porque las carnes rojas son probablemente un factor de riesgo para la aparición de cáncer. Se considera un carcinógeno probable”, explica María Elisa Calle, coordinadora del Programa de Alimentación y Salud de la Fundación Española del Corazón (PASFEC) y profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Complutense de Madrid. No era la primera vez que las carnes rojas estaban en el punto de mira. Un estudio del Departamento de Nutrición de la Universidad de Harvard ya determinó anteriormente que un consumo excesivo de carne roja podría estar relacionado con mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Beneficios
Para sustituir la fuente de proteínas que es la carne roja, las carnes blancas son una buena opción. No solo por sus proteínas de fácil digestión, sino también por sus lípidos insaturados, los minerales que contiene (hierro, cinc, cobre) y las vitaminas del grupo B que proporciona. Por eso se la asocia con menor riesgo de obesidad, enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2. En cuanto a la cantidad la profesora Calle aconseja tomarla “en torno a dos o tres veces a la semana si se trata de adultos sanos”. Y si hablamos de la forma de consumirla, las opciones son varias: “A la plancha, asada al horno, estofada con verduras o en guisos tradicionales”, recomienda Calle.
Para diferenciar las carnes rojas de las blancas tenemos que acudir a su origen. La OMS considera que las de ternera, vaca, buey, toro, caballo, cerdo, cordero y cabra son rojas. En cuanto a la blanca, es la que procede de aves de corral, además de la carne de conejo, que también se considera blanca.