Todo será distinto en la Navidad de 2020. La pandemia impone restricciones que debemos afrontar para velar por nuestra salud y la de los demás. Eso significa que quizá no toda la familia pueda reunirse en la cena de Nochebuena o la comida de Navidad por exceder la cifra de 10 comensales.
O que, aunque no superemos esa cifra, no sepamos si celebrar estas fiestas con los demás o dejar los encuentros familiares para un tiempo más seguro. A todo eso se suma la incertidumbre de una situación que ya dura casi nueve meses y que en muchas personas genera estrés y ansiedad.
¿Cómo pueden sobrellevar estas fechas los pacientes cardiovasculares, precisamente uno de los grupos de riesgo en la pandemia por COVID-19? “Las emociones en estos tiempos son como el colesterol: al igual que la Navidad es una situación crítica para quienes tienen niveles altos de colesterol por las grasas y azúcares que se consumen, en esta situación de pandemia e incertidumbre las emociones pueden afectar más a la patología cardiovascular de pacientes vulnerables”, advierte Julia Vidal, psicóloga miembro del Consejo de Expertos de la FEC y directora del Centro de Psicología “Área Humana”. Por eso cree que los pacientes cardiovasculares deben prestar especial atención a sus emociones en estas fechas y tomar las decisiones que les generen mayor bienestar. “Si intentamos adaptarnos a las circunstancias y buscar soluciones, podemos vivir una Navidad a nuestro gusto. Gestionar el estrés o la ansiedad depende de nosotros”, afirma.
Estos consejos de la experta de la FEC pueden echarnos una mano:
- Detectar qué necesidades tenemos y actuar en consecuencia
Según explica la psicóloga experta en ansiedad y estrés, el primer paso para disfrutar de estas fechas olvidándonos del estrés es plantearnos qué es lo más conveniente en esta situación. Una vez tengamos la respuesta, podremos actuar en consecuencia. “Puede que lo que de verdad nos apetezca por nuestro propio autocuidado sea pasar nuestro tiempo con determinadas personas únicamente, no con toda la familia. E incluso a esto se le puede ver una gran ventaja, y es tener una relación más cercana, porque en las reuniones familiares grandes al final estamos con todos y con nadie”, explica Vidal, coordinadora de la Comisión “Emociones y Salud” de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). El objetivo es saber qué nos gustaría realmente hacer para preservar nuestra salud, y así poder planteárselo a nuestros familiares.
- Buscar alternativas a los encuentros si no vamos a poder reunirnos
En caso de que lo que nos genere angustia o tristeza sea que este año no vamos a poder reunirnos con los demás como en otras ocasiones, no tenemos por qué encerrarnos en soledad. Podemos buscar alternativas que nos permitan disfrutar de esa compañía que nos gustaría tener, aunque sea por separado. “No tenemos por qué dejar de ver a gente, de hablar con quienes queremos o de expresarles lo que sentimos por no estar físicamente juntos en esta fiesta”, afirma Vidal.
“Si no voy a poder cenar con toda mi familia, quizá puedo dar un paseo en el campo con quienes no hayan podido venir a casa, tomarme un café con ellos en una terraza o incluso estar en la cena, pero virtualmente”, aconseja la psicóloga del Consejo de Expertos de la FEC incidiendo en que lo importante es intentar adaptarse a las circunstancias de la mejor manera posible.
- No tener miedo a expresar nuestros miedos
La incertidumbre general que ha traído consigo la pandemia puede generar bastante estrés, pero en opinión de Vidal, en el momento en que uno decide lo que quiere hacer, ese estrés va desapareciendo. Y si nos da miedo poder contagiarnos, decirlo es la mejor opción. “Cuando hay riesgo de contagio tienes que saber muy bien con quien te vas a reunir, hablar previamente con ellos de las medidas de prevención y que haya un compromiso de antemano para cumplirlas. Pero si tienes dudas, mejor no pasar una mala noche”, dice, advirtiendo que si no se acuerdan esas medidas y se respetan después, el encuentro podría resultar incómodo, además de ponernos en riesgo.
En cualquier caso, si preferimos no reunirnos, no pasa nada por decirlo. “Tenemos que aprender a decir no, a declinar cosas, y sin dar demasiados argumentos. Basta con decir que aunque nos encantaría estar con todos, este año hemos decidido no ir a la cena. Eso sí, no podemos enfadarnos si el otro no lo comprende. Debemos entenderlo igualmente, pero no por ello cambiar nuestra decisión. Es necesario ser asertivos”.
- Evitar la negatividad
La aceptación de las emociones, también de la tristeza, la angustia o la rabia, es importante para nuestra salud emocional. Y para lograrlo, debemos tener presente que esas emociones están cumpliendo una función, por eso las experimentamos. Pero también es clave no tender al pesimismo. “Pensar de forma dramática en la situación, convenciéndonos de que va a ser horrible no poder estar con mi familia estas navidades, no nos aporta nada. Ese tipo de pensamientos no ayudan y lo cierto es que tampoco son realistas”, explica Julia Vidal.
- Aprovechar para despedirnos de los que ya no están
Muchas familias han sufrido la pérdida de seres queridos durante la pandemia, y esta será la primera Navidad sin ellos. El hecho de que en gran parte de los casos no nos hayamos podido despedir de esos familiares de la forma en que nos hubiera gustado puede hacer más complicado el duelo. En opinión de Julia Vidal, estas fechas navideñas pueden ser un buen momento para hacer un pequeño homenaje o recordar de forma especial a esa persona que ya no está, “centrándose en las cosas buenas que hemos compartido, agradeciendo todo el tiempo que pasamos juntos y, aunque cueste, intentando aceptar la muerte como parte de la vida”, explica la psicóloga experta en ansiedad y estrés.
“A veces, lo que nos falta es poder hacer un ritual de despedida en condiciones, y estas fechas también pueden ser un momento bonito para ello. De todo aprendemos, podemos ver esta situación tan diferente como una oportunidad de aprender, de reflexionar y de compartir con los demás de otra forma”, afirma.