Hace décadas que la comunidad científica advierte que la alimentación saludable es una eficaz herramienta de protección contra la enfermedad cardiovascular. Según la OMS, esa dieta consiste en el consumo de frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, evitando en lo posible tanto azúcares libres como grasas trans y limitando la ingesta de grasas saturadas en favor de las no saturadas, presentes en pescados, aguacates, frutos secos y aceite de oliva.
Es la base de la dieta mediterránea, y por eso los médicos toman a esta como referencia. Pero además, si controlamos las calorías de esa alimentación, ingiriendo menos de las que gastamos, lograremos controlar los principales factores de riesgo de forma más eficaz.
Es la conclusión de un estudio publicado en Revista Española de Cardiología (REC) en el que se analizó la asociación entre la adhesión a la dieta mediterránea hipocalórica y la prevalencia de hipertensión, diabetes mellitus, obesidad y niveles elevados de colesterol. Para realizarlo se observó a 6.874 pacientes sin ninguna enfermedad cardiovascular previa pero con factores de riesgo, la mayoría con al menos dos de ellos. Concretamente, el 85,7% de los participantes eran hipertensos; el 73,5%, obesos; el 91,1%, con niveles altos de colesterol; y el 28,7% presentaba diabetes mellitus tipo 2.
La dieta mediterránea hipocalórica que siguieron los participantes en el estudio consistía en aceite de oliva virgen extra para cocinar y aliñar, tres o más piezas de fruta al día, dos o más raciones de verduras y hortalizas al día, una de ellas en ensalada, una ración diaria o menos de pan blanco, cinco raciones o más semanales repartidas entre pan integral, arroz integral y pasta integral, una ración semanal o menos de carne roja, hamburguesas y productos cárnicos procesados, menos de una ración semanal de mantequilla, margarina o nata, menos de una bebida azucarada o zumo de futa azucarado a la semana, tres o más raciones de legumbres por semana, tres o más raciones semanales de pescado o marisco, tres o más raciones de frutos secos a la semana, consumo preferente de pollo, pavo o conejo en lugar de ternera, cerdo, cordero, hamburguesas o salchichas, nada de azúcar para el té o el café y como máximo dos o tres vasos de vino al día en hombres, y uno o dos en mujeres.
Como explicó el doctor Miguel Ángel Martínez-González, jefe de grupo de CIBER-OBN e investigador senior del estudio, quienes siguieron esta dieta mediterránea baja en calorías vieron reducir en un 3% la suma de al menos dos factores de riesgo cardiovascular, y un 11% la suma de tres o más de estos factores. Es decir, que seguir esta alimentación, limitando las calorías, es una eficaz herramienta de control si el objetivo es evitar que la enfermedad cardiovascular aparezca.
En cuanto a las variables que más se redujeron con una alta adhesión a la dieta mediterránea hipocalórica, el índice de masa corporal (IMC), el perímetro abdominal y los triglicéridos fueron las que más se beneficiaron. De ahí que la conclusión principal del estudio sea que “no basta con decir que se consuma más aceite de oliva, más fruta, más verdura, más legumbres o frutos secos. Hay que decir que hay que comer menos de todo”, señaló el doctor Martínez-González en una entrevista publicada en la web de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).