Respiramos entre cinco y seis litros de aire por minuto, lo que se traduce en de 7.200 a 8.600 litros diarios. Pero, ¿qué ocurre si ese aire que respiramos está contaminado? La respuesta es que las partículas diminutas contaminadas pasan a nuestro torrente sanguíneo y, con el tiempo, pueden hacer que las paredes de los vasos se estrechen y endurezcan. Como consecuencia, puede aumentar nuestra presión arterial, que el ritmo cardiaco se altere o incluso que la sangre se coagule, forme un trombo y se produzca un infarto o ictus. Y eso solo en lo que respecta a la salud cardiovascular. El cáncer de pulmón, la neumopatía obstructiva crónica o infecciones respiratorias como la neumonía son otras posibles consecuencias.
Por eso, la OMS advierte que mejorar la calidad del aire es clave si queremos reducir los siete millones de fallecimientos que se dan anualmente en el mundo a causa de la contaminación del aire exterior e interior. También fue la razón de que hace unos meses, más de 80 entidades sanitarias, entre ellas la Fundación Española del Corazón, reclamaran a los alcaldes de las grandes ciudades que inviertan los fondos europeos en reducir los niveles de contaminación.
Como explicamos en la infografía ‘Contaminación atmosférica y enfermedades cardiovasculares’, la mala calidad del aire es responsable del 25% de todas las muertes por cardiopatías isquémicas y del 24% de los fallecimientos por accidentes cerebrovasculares. De ahí que, sobre todo si ya se padece una enfermedad cardiovascular, exponerse a la contaminación atmosférica, incluso de forma limitada, pueda incrementar el riesgo de sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular.
¿Qué hacer para protegerse?
En la jornada ‘Calidad del aire en la era post COVID-19’, el Dr. Jordi Bañeras, cardiólogo de la Unidad de Críticos Cardiovasculares del Hospital Vall d’Hebron (Barcelona), miembro de la Sociedad Española de Cardiología y coordinador de la investigación ‘Efectos de la contaminación del aire en pacientes sometidos a rehabilitación cardiaca después de sufrir un infarto de miocardio’, recordó que uno de los cuatro factores de los que depende la salud cardiovascular es el medio ambiente. Y se trata de un factor tan importante como los otros tres – el estilo de vida, los factores biológicos y los servicios sanitarios que nos puedan atender-. Por eso, la lucha contra la contaminación es clave también desde el punto de vista cardiovascular.
Además de contribuir individualmente a mejorar la calidad del aire utilizando lo menos posible el coche y procurando coger el transporte público, o caminar o ir en bicicleta evitando las calles con más tráfico, para que la contaminación no nos afecte lo más recomendable es que, a la hora de practicar ejercicio, busquemos zonas verdes donde el aire sea más limpio. Así lo concluyó un estudio publicado en The Lancet, que tras la investigación realizada demostró que las personas que caminaban en zonas verdes como el londinense parque de Hyde Park tenían ganancia de capacidad pulmonar, tanto si eran personas sanas como si tenían patologías cardiovasculares. Sin embargo, cuando lo hacían por calles como Oxford Street, una zona con contaminación, no había esta ganancia.