Cerca de la mitad de la población tiene alguna alteración del ritmo cardiaco, que es lo que define a una arritmia. Pero no todas advierten de un problema. Es posible que no revista importancia, como en el caso de muchas extrasístoles. Pero también cabe la posibilidad de que sí nos esté avisando de una condición a la que hay que prestar atención, como en el caso de la fibrilación auricular. Además de que esta patología puede provocar embolias que derivan de la acumulación de sangre en las aurículas debido a la falta de contracción del corazón, hasta un 30% de los pacientes con fibrilación auricular pueden desarrollar insuficiencia cardiaca.
Como explican los cardiólogos, el corazón es capaz de latir por unos impulsos eléctricos que hacen que las aurículas y los ventrículos se contraigan, y lo ideal es que lo hagan de forma sincrónica y rítmica. Cuando esto no ocurre es porque o bien el impulso eléctrico no se genera adecuadamente o bien se origina en un sitio erróneo o los caminos para la conducción eléctrica están alterados. Entre las arritmias, la más frecuente y que genera más ingresos hospitalarios es la fibrilación auricular. Pero, ¿qué la provoca?
Entre las posibles causas se encuentran la hipertensión, problemas cardiacos y enfermedades hormonales, aunque hasta un tercio de quienes la sufren padecen fibrilación auricular idiopática o de causa desconocida. Pero además, cada vez hay más evidencias de la asociación entre el consumo de alcohol y el desarrollo de la fibrilación auricular. Como explica el doctor Martín Negreira Caamaño en el blog de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), uno de los últimos estudios que profundiza en esta relación es ‘Lower risk of stroke after alcohol abstinence in patients with incident atrial fibrillation: a nationwide population-based cohort study’, publicado en European Heart Journal. En él se analiza la relación entre diversos patrones de consumo de alcohol tras el diagnóstico de la arritmia y su relación con la incidencia de ictus isquémico.
El doctor Negreira detalla en su artículo que se analizaron 97.869 pacientes con diagnóstico nuevo de fibrilación auricular, de los cuales el 51% eran no bebedores, el 13% habían cesado el consumo y el 36% mantenían el consumo de alcohol. Durante un seguimiento de 310.926 pacientes/año, 3.120 pacientes (el 3,19% o 10/1000 pacientes/año) desarrollaron un ictus isquémico. Y los pacientes que cesaron el consumo de alcohol, así como aquellos que no lo consumían previamente, presentaron un menor riesgo de desarrollar un ictus isquémico que aquellos pacientes que no cesaron el consumo. De ahí que una de las principales conclusiones del estudio sea que el consumo activo de alcohol se asocia a un incremento del riesgo de desarrollar ictus isquémico tras el diagnóstico de una fibrilación auricular, mientras que su cese podría conllevar una disminución del riesgo de ictus.
Por su parte, el doctor Martín Negreira Caamaño añade que aunque diversos trabajos asociaron clásicamente algunos patrones de consumo de alcohol - especialmente el consumo de cantidades bajas o moderadas de bebidas fermentadas como el vino tinto- con una reducción en la incidencia de enfermedad cardiovascular, entre la que se encuentra el ictus isquémico, la realidad parece indicar lo contrario. “En las últimas décadas se ha desarrollado un cuerpo de evidencia que desmonta este mito protector y señala al alcohol como un agente deletéreo a nivel cardiovascular, asociándose su consumo, incluso en cantidades moderadas, con diversas patologías cardiovasculares como es la fibrilación auricular”, afirma.