Todos sabemos que los pescados forman parte de una dieta saludable que cuida de nuestro corazón. Pero, ¿qué hay de las carnes? ¿Forman también parte de una alimentación equilibrada, o debemos reducir su consumo? La respuesta de los expertos es que también debemos incluirlas en nuestra dieta, especialmente si hablamos de carnes blancas.
Como explica la doctora Teresa Partearroyo, profesora Titular de Nutrición y Bromatología en la Universidad CEU-San Pablo y miembro del Comité de Nutrición de la Fundación Española del Corazón (FEC), en el programa A su salud, una de las características nutritivas de las carnes blancas es que tienen un bajo aporte graso. “Podríamos estar hablando de menos de un 10% de grasa por cada 100 gramos de carne. También tienen proteínas de alto valor biológico, son de fácil digestión y aportan lípidos insaturados, además de vitamina B12 y minerales como el hierro, el zinc o el cobre”.
Hasta aquí, sus características. Pero, ¿cómo distinguirlas? La principal “pista” es su color. Y es que podemos distinguir una carne blanca de una roja gracias a la mioglobina. “Esta proteína se encuentra en las fibras musculares y es la que ofrece el color rojizo. Por eso, las carnes blancas, a diferencia de las rojas, tienen un color más rosado. Se consideran carnes blancas las que proceden de las aves, como el pollo y el pavo, o la carne de conejo”, señala Teresa Partearroyo.
Sin embargo, no basta con saber que la carne que compramos es de ave o de conejo para garantizar que se trata de un producto saludable. Además, debemos fijarnos en algunos puntos imprescindibles para saber que estamos comprando un producto aliado de nuestro corazón. “En todas aquellas carnes que vayamos a comprar con etiquetado, lo principal, al igual que con cualquier otro alimento, es verificar la información que contiene la etiqueta, la fecha de envasado, los datos de la empresa avícola y el sello de inspección sanitaria”, recuerda la doctora añadiendo que lo ideal es priorizar aquellas carnes de aves que procedan de la cría tradicional o sostenible, que son las criadas en libertad.
Por otra parte, para ser consideradas cardiosaludables, el Programa de Alimentación y Salud de la Fundación Española del Corazón (PASFEC) tiene unos criterios concretos. “Dentro del programa PASFEC, en esta categoría incluimos el pollo y el pavo sin piel, el conejo, la codorniz y la perdiz, pero todos estos productos se aceptan siempre y cuando su grasa total sea como máximo de tres gramos por cada 100 gramos de alimento, de las cuales la grasa saturada no puede superar los 1,5 gramos por cada 100 gramos de alimento. También hemos aplicado otros criterios, como los niveles de colesterol, que no deben de aportar más de 20 miligramos por cada 100 gramos, al igual que los niveles de sal no deben superar los 0,3 gramos por cada 100 gramos de alimento”, indica la profesora Partearroyo en el programa A su salud.
Además, hay que tener en cuenta los cortes, ya que cuanta más magra sea la carne, más cardiosaludable será. “La carne magra, al tener un bajo contenido en grasa, se asocia con un menor riesgo de obesidad y de enfermedades cardiovasculares. Y respecto a las carnes blancas, en contraposición con las rojas, no se encuentran relacionadas con el cáncer colorrectal”. Así mismo, presentan hierro en forma hemo “que se absorbe de manera más eficiente que el no hemo, lo que puede ayudar a evitar presentar anemias ferropénicas. Por todos estos beneficios, desde la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria se recomienda que se consuman tres raciones semanales de carnes blancas”, señala Partearroyo.