La frecuencia cardiaca es el número de veces que se contrae el corazón durante un minuto. Que el número de esos latidos por minuto esté en el rango de lo que los médicos consideran una adecuada frecuencia cardiaca es fundamental para el correcto funcionamiento del corazón. De lo contrario, puede alertarnos de un problema.
Pero, ¿cuál es la frecuencia cardiaca que se considera “normal”? Al nacer, la frecuencia cardiaca es más elevada por las necesidades del bebé. Con el crecimiento, la frecuencia cardiaca va disminuyendo hasta alcanzar las cifras normales de un adulto. Según los expertos, oscila entre 50 y 100 latidos por minuto en reposo en las personas adultas.
En cualquier caso, la frecuencia cardiaca depende de varios factores: la constitución, la edad, si se hace con frecuencia deporte o no, si se padece estrés... Por eso, es muy variable de una persona a otra, e incluso la misma persona puede tener una frecuencia cardiaca muy diferente en momentos distintos del mismo día. Varía por ejemplo con las emociones, que la pueden aumentar; o con el sueño, cuando disminuye porque también lo hacen las necesidades de oxígeno en nuestro cuerpo.
Además, hay varias circunstancias que pueden elevar la frecuencia cardiaca. Sin embargo, algunas de ellas no suponen un síntoma de alarma. Podemos superar los 100 latidos por minuto cuando estamos haciendo ejerciendo o cuando estamos nerviosos, al igual que si se padece anemia o alguna patología tiroidea, situaciones en las que superar las 100 pulsaciones por minutos se considera normal. Sin embargo, si no se da ninguna de estas circunstancias y la frecuencia cardiaca es superior a 100, conviene acudir al especialista para que, a través de un electrocardiograma, pueda decirnos cuál es exactamente nuestra frecuencia cardiaca y si hay alguna alteración en el ritmo del corazón o proceder al estudio de otras causas, entre ellas si se padece anemia o alguna patología tiroidea, o la ingestión de sustancias estimulantes (cafeína, teína) u otros tóxicos.
Cómo medirla
La frecuencia cardiaca se mide tomando el pulso en la muñeca. Debemos colocar los dedos índice y corazón entre uno y dos centímetros por debajo del pliegue de la muñeca, entre el hueso que se palpa hacia afuera y el tendón que aparece por el lado interno. En esa posición, solo hay que presionar suavemente la parte interna de la muñeca del lado del dedo pulgar.
Al sentir el primer latido, ya podemos calcular cuántos se producen durante 30 segundos y multiplicar el resultado por 2, que será la frecuencia basal. También podemos contar todos los que se producen en un minuto.
Como la frecuencia cardiaca varía con la actividad, siempre debemos medirla sentados, en reposo y en un ambiente templado. También se recomienda no haber consumido cafeína o excitantes en las horas previas a la medición.
Para mantener una buena frecuencia cardiaca basal, el consejo de los expertos es realizar ejercicio físico regular, ya que la actividad física regular es esencial para tener un buen estado físico y cardiovascular, mantener un peso saludable y mejorar los factores de riesgo cardiovascular. A través de la actividad física se regulará la actividad del sistema simpático del organismo y se reducirá progresivamente la frecuencia de pulsaciones, lo que a largo plazo beneficiará al corazón.