¿Hasta qué punto influyen nuestros antecedentes familiares en el desarrollo de la enfermedad cardiaca? ¿Su papel es tan importante que si tenemos predisposición genética no podemos hacer nada para evitar la enfermedad cardiovascular ? ¿O solo significa que debemos vigilar más de cerca los factores de riesgo?
Son algunas de las preguntas que llevan décadas planteándose, y la respuesta de los cardiólogos es que no en todos los casos el componente genético es clave, pero incluso en los que sí tiene un gran peso, intentar actuar sobre los factores de riesgo que podemos modificar es fundamental para la prevención. Por eso, vigilar la alimentación poniendo especial atención en que sea saludable, hacer ejercicio frecuente, evitar el tabaco y el consumo de alcohol, controlar la presión arterial y procurar mantener a raya la diabetes son las principales recomendaciones, especialmente entre quienes ya cuentan con mayor riesgo de padecer la enfermedad cardiovascular por sus antecedentes familiares.
Este último colectivo está integrado por quienes tienen un familiar masculino de primer grado (padre o hermano) que ha sufrido un infarto antes de los 55 años, o un familiar femenino de primer grado (madre o hermana) que fue víctima de un infarto antes de los 65 años. En caso de que tanto el padre como la madre hayan sufrido problemas cardiovasculares antes de los 55 años, el riesgo se incrementa incluso más, por lo que controlar los factores de riesgo modificables es aún más importante.
Herencia genética en factores de riesgo
Además de que algunos genes, en concreto en el cromosoma 9, podrían estar involucrados en el desarrollo de la enfermedad arterial coronaria y del infarto de miocardio, numerosos estudios han mostrado un componente genético en los casos de hipertensión, hipercolesterolemia familiar y diabetes tipo 2, todas ellas patologías relacionadas con el desarrollo de enfermedad cardiovascular.
En el caso de la hipertensión, es un importante factor de riesgo para el infarto de miocardio, la insuficiencia coronaria, la angina de pecho y las arritmias. Por su parte, la hipercolesterolemia familiar es uno de los factores hereditarios de mayor riesgo cardiovascular, por lo que si hay varios familiares con colesterol elevado es aconsejable hacerse analíticas desde una edad temprana para que se pueda hacer un diagnóstico precoz y actuar en consecuencia. En cuanto a la diabetes tipo 2 también tiene un componente genético: si uno de los padres tiene diabetes, los hijos tienen más probabilidades de desarrollarla.
En todos estos casos, el control de los factores modificables son la piedra angular del tratamiento, por lo que mantener un estilo de vida cardiosaludable, no fumar, seguir una dieta equilibrada y practicar ejercicio físico regularmente minimizará en gran medida el porcentaje de riesgo.
Cuando se trata de una cardiopatía familiar
Un caso diferente a los anteriores son las cardiopatías genéticas o familiares, que son enfermedades que afectan al corazón o a los grandes vasos arteriales y tienen en común que se deben a alteraciones genéticas. Dentro de ellas se encuentran las miocardiopatías familiares (hipertrófica, dilatada, restrictiva, arritmogénica de ventrículo derecho, no compactada y otras) y las canalopatías (síndrome de QT largo, síndrome de Brugada, taquicardia ventricular catecolaminérgica y otras).
Estas cardiopatías pueden tener hasta un 50% de probabilidades de ser heredadas por los hijos de quien las padece, por eso es clave que, si en la familia hay algún antecedente de enfermedad del corazón a edades tempranas, o algún caso de muerte súbita, se visite al cardiólogo para saber si hay una cardiopatía familiar y así poder evitar los casos más graves, que pueden provocar muerte súbita a edades tempranas.