Lo oímos una y otra vez: el deporte es el mejor aliado de tu salud. Pero, ¿por qué? ¿Qué consecuencias tiene para nuestro organismo el practicar regularmente ejercicio físico? Y en concreto, para la salud cardiovascular, ¿cuáles son los efectos?
Como explica el cardiólogo Zigor Madaria en este artículo, con la práctica de deporte la ventilación aumenta progresivamente, “primero por una mayor profundidad de las respiraciones y después por un aumento de la frecuencia respiratoria. Esto nos permite extraer del aire más oxígeno para los músculos que están trabajando y eliminar el exceso de CO2 que se está produciendo como consecuencia de la combustión y del mantenimiento del pH de la sangre”.
Por otra parte, aumenta la cantidad total de sangre circulante cuando el bazo se contrae vertiendo parte de su contenido al torrente circulatorio. Y en cuanto a las arterias de los distintos órganos, estas se contraen o se relajan para aumentar la cantidad de sangre y oxígeno musculares sin perjudicar al flujo cerebral y coronario. Eso se traduce en que se dilatan las arterias de los músculos que desarrollan el trabajo y se contraen las de los músculos que están en reposo, “las del aparato digestivo, los riñones y la piel. El resultado final es una disminución de la resistencia en la circulación arterial. El retorno venoso también aumenta, por la propia circulación de la sangre, por la compresión de los músculos que atraviesan a su paso y por la succión del corazón”, señala el doctor Madaria.
Y, ¿qué ocurre exactamente a nivel cardiaco? El resultado del ejercicio físico es que aumenta el volumen de sangre que circula por el organismo en un minuto, que puede pasar de unos 5 litros en reposo hasta los 30 litros en esfuerzos máximos. Y eso se acompaña de un aumento en la necesidad de oxígeno del propio músculo cardiaco y, por lo tanto, del flujo de sangre a través de las arterias coronarias.
Todo lo anterior se traduce en beneficios directos a la salud cardiovascular. Como explicamos en este otro artículo, el ejercicio físico mejora el control de todos los factores de riesgo cardiovascular: la hipertensión arterial, la diabetes, la obesidad, la dislipemia aterogénica y otros componentes de la enfermedad metabólica, además de que ayuda a equilibrar la dieta y, en los fumadores, a controlar los impulsos por fumar. Además, disminuye “la necesidad miocárdica de oxígeno, la trombogenicidad, la disfunción endotelial, la inflamación y el estrés oxidativo, todos ellos relacionados de una u otra manera con la progresión de la enfermedad coronaria”, indica el doctor Zigor Madaria añadiendo que disminuye la aterosclerosis y también mejora la propensión para presentar arritmias.