Cuando los termómetros empiezan a subir y el calor llega para quedarse, tomar algunas precauciones es buena idea. Especialmente en los pacientes cardiópatas, para quienes las altas temperaturas entrañan más riesgos. Los principales se dan por no reponer suficientemente los líquidos que se pierden debido al calor.
Y es que, en las épocas en las que las temperaturas son muy altas, como durante el verano, son más probables alteraciones del mecanismo de termorregulación, que intenta, mediante el sudor y la dilatación de los vasos sanguíneos periféricos, reducir la temperatura corporal. Esto también puede incrementar los estados de deshidratación y disminuir de forma drástica la tensión arterial hasta producir mareos y, en casos extremos, síncopes o golpes de calor. Por otra parte, la deshidratación que produce el calor provoca a su vez hemoconcentración, lo que favorece los accidentes tromboembólicos.
Quien más afectado se ve por el calor es el sistema circulatorio, ya que cuando el organismo pierde más líquidos de lo habitual, como ocurre en esta época debido al sudor, y estos no se reponen, disminuye el volumen de líquidos del torrente circulatorio. A ello se suma que el calor produce una vasodilatación de todo el sistema arterial, lo que conduce a una circulación más lenta. Y aunque este escenario puede afectar a cualquier persona, conviene tomar precauciones especialmente en el caso de pacientes cardiovasculares porque puede afectar más a quienes sufren alguna patología cardiaca.
Por eso, durante el verano, cuando la deshidratación, que evita un normal funcionamiento de los órganos, es más probable por una mayor pérdida de líquidos debido al sudor, conviene seguir una serie de recomendaciones con las que mantener a raya los posibles riesgos que ocasiona esta pérdida de líquidos. Estas son las principales:
- Beber agua a lo largo de todo el día. Hidratarse bien, bebiendo suficiente agua durante todo el día sin esperar a tener sed para hacerlo, es la medida más eficaz. En caso contrario podemos sufrir una sensación de cansancio, leves mareos, cifras bajas de presión arterial o taquicardia, seguido de contracturas musculares o calambres, que son los síntomas de la deshidratación. Como norma general se recomienda que los niños de entre 9 y 13 años consuman unos 2,1 litros diarios y las niñas, 1,9. A partir de esa edad, las mujeres deberían consumir al menos 2 litros diarios, algo más si están embarazadas o en periodo de lactancia, mientras que para los hombres la cantidad aconsejada es de 2,5 litros.
- Consumir frutas y verduras. Las frutas, especialmente las jugosas, son ricas en agua y pueden contribuir notablemente al aporte total de agua que necesitamos. También las verduras y hortalizas tienen un alto contenido de agua, entre un 75 y un 95% de su composición.
- Procurar evitar el consumo de alcohol. El consumo de alcohol en verano puede causar que nos deshidratemos más fácilmente, por lo que, si se desaconseja su consumo en cualquier época del año, más aún durante estos meses.
- Evitar hacer ejercicio físico al aire libre durante las horas de más calor. Para hacer deporte durante el verano, las mejores opciones son el amanecer y el atardecer.
- Usar ropa adecuada al clima. La mejor opción cuando las temperaturas son altas es que las prendas que elijamos transpiren bien y sean ligeras.
- Llevar una gorra que nos proteja del calor es buena idea. Gran parte del líquido que perdemos por el sudor se elimina a través de la cabeza. Por eso es conveniente usar una gorra al menos durante las horas de más calor que lo evite al menos en parte.