La alimentación saludable basada en la dieta mediterránea y la práctica de ejercicio físico frecuente son los dos aliados de la salud cardiovascular más conocidos entre la población general. Pero además, hay otro factor que también puede ayudarnos a proteger el corazón: el bienestar emocional.
Según los expertos, cuidar la salud emocional es básico para mantener una buena salud cardiaca. De hecho, tener una actitud positiva reduce el riesgo de infarto. La razón de ese papel protector del optimismo puede explicarse a través de tres mecanismos: por un lado, influye en la promoción de hábitos de vida saludables como no fumar, hacer ejercicio físico, dormir bien o alimentarse de forma adecuada; por otro, facilita el mantenimiento y desarrollo de otros factores sociales que han demostrado ser cardioprotectores, como el apoyo familiar y social; y además, influye directamente sobre algunos procesos biológicos de forma positiva, como el funcionamiento del sistema inmune.
Por el contrario, no prestar atención al bienestar emocional puede pasar factura a la salud cardiovascular. Uno de los principales enemigos de la salud emocional son los altos niveles de estrés, un factor de riesgo que está muy presente en la población: según la Encuesta de Salud de la Fundación Española del Corazón (ESFEC) 2021, el 17,4% de la población adulta española padece estrés.
Además, este puede verse agravado por otros factores como la depresión y multiplicar las posibilidades de sufrir una enfermedad cardiovascular. Es una de las razones de que la American Heart Association recomiende que la depresión sea reconocida como factor de riesgo cardiovascular, ya que en los pacientes con infarto de miocardio la depresión es tres veces más frecuente que en la población general.
Otro factor que puede agravar el estrés es el insomnio, que también está relacionado con mayor número de eventos cardiovasculares: según el metaanálisis ‘Insomnia and risk of cardiovascular disease’, el riesgo de desarrollar o morir de enfermedad cardiovascular aumenta un 45% en las personas con insomnio en comparación con quienes no tienen alteraciones del sueño.
La atención de estos problemas con profesionales de la salud mental puede mejorar el pronóstico en pacientes que hayan pasado por un infarto. Además, contamos con varias herramientas que pueden ayudarnos en estas situaciones:
- Deporte. A través del ejercicio físico liberamos tensiones que pueden reducir los niveles de estrés ya que, tras su práctica, el organismo entra en estado de relajación.
- Alimentación saludable. Una alimentación rica en verduras, frutas y fibra, y baja en grasas y azúcares, ayuda a mantener el estrés a raya. Por otra parte, estimulantes como el café y el alcohol potencian el estrés, por lo que lo ideal es reducir su consumo.
- Descanso. Dormir bien es clave para reducir los niveles de estrés. Procurar acostarnos siempre alrededor de la misma hora, incluso durante el fin de semana, nos ayuda a descansar correctamente, al igual que una cena ligera y temprana, que tenga lugar unas horas antes de acostarnos.
- Practicar técnicas de respiración. Las técnicas de relajación resultan muy útiles para manejar el estrés. Entre ellas se encuentra el método denominado ‘respiración por coherencia cardiaca’, con el que se logra un patrón de latido rítmico y fluido, entrando en lo que se denomina ‘coherencia cardiaca’ y en un estado de relajación y bienestar. Se trata de inspirar por la nariz durante cinco segundos, hinchando el abdomen, y espirar por la boca durante otros cinco segundos, contrayendo el abdomen. Lo ideal es que la duración del ejercicio será de 5 minutos.