Una alimentación saludable, junto a la práctica de ejercicio físico, son dos de los pilares para mantener sano nuestro corazón. Y para que esa alimentación sea realmente saludable, la elección de los productos que consumiremos es clave. En la sociedad actual, los alimentos procesados tienen mucho peso en la cesta de la compra. Por eso es básico saber interpretar el etiquetado de forma que podamos elegir opciones saludables.
Como explica la doctora Teresa Partearroyo, profesora Titular de Nutrición y Bromatología en la Universidad CEU-San Pablo y miembro del Comité de Nutrición de la Fundación Española del Corazón (FEC), en el programa A su salud, tenemos que intentar priorizar el consumo de alimentos frescos o mínimamente procesados. Pero si adquirimos otros productos, debemos acostumbrarnos a mirar siempre el etiquetado nutricional. Este no pretende clasificar a los alimentos en “buenos” o “malos”, eso dependerá de la calidad, de la frecuencia y del modo en que se consumo un alimento. Pero la información que nos ofrece ese etiquetado es importante porque nos dice qué contiene ese producto, y hay que prestar especial atención a determinados elementos.
¿En qué fijarnos?
Según Partearroyo, además de fijarnos en las energías o en la cantidad de grasa, también debemos prestar atención al origen de esos aceites o esas grasas. Algo que deberíamos hacer en todos los productos, incluidos los integrales. “No tenemos que mirar solamente que sean oscuros, también es importante ver si son multicereales o no, la cantidad de azúcares añadidos y las grasas que se están incluyendo. En ocasiones podemos ver que un alimento es “light” o “sin grasa” o “sin azúcares añadidos”, pero eso no implica que no aporte energía ni que tampoco importe la cantidad o la frecuencia con la que los consumamos”.
De esa etiqueta, los expertos destacan dos apartados fundamentales: la composición, que incluye cada uno de los ingredientes que componen ese alimento en orden decreciente en cantidad; y la información nutricional, en la que se señala la relación de calorías por cada 100 gramos o 100 mililitros de grasas totales, grasas saturadas, azúcares… “Desde un punto de vista cardiosaludable tenemos que tener en cuenta esa energía, el contenido en grasas, sobre todo el contenido en grasas saturadas, la sal y los azúcares. Es más, el que se hayan elegido de manera obligatoria estos nutrientes en este etiquetado nutricional no es una casualidad. Se ha visto que estos nutrientes se relacionan con enfermedades que, desde un punto de vista de salud pública, tienen una gran repercusión en la sociedad, como puede ser la obesidad, la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares”, aseguró Teresa Partearroyo.
En cuanto a la información sobre vitaminas y minerales, es voluntaria. Pero para poder incluirla, estos deben estar presentes en cantidades mínimas que sean significativas. Sin embargo, sí es obligatoria la información sobre “el valor energético, tanto en kilojulios como en kilocalorías, la cantidad de grasas, y de estas, la cantidad de grasas saturadas, los hidratos de carbono y los azúcares, y también las proteínas y la sal en gramos”, indicó la profesora Partearroyo.
Igualmente están reguladas las llamadas declaraciones nutricionales o propiedades saludables de los alimentos. Como explicó la integrante del Comité de Nutrición de la FEC, “solamente se pueden incluir aquellas indicaciones referentes a propiedades que tienen unos efectos probados. Por ejemplo, se puede indicar que la vitamina D contribuye al mantenimiento de los huesos en condiciones normales, pero no podemos indicar otra función de la vitamina D que no esté previamente probada”.
Para obtener más información acerca de tu cesta de la compra, la FEC cuenta con el programa PASFEC. “A través de PASFEC queremos, por un lado, ayudar a los consumidores a identificar cuáles son aquellos productos menos perjudiciales y, por otro lado, incentivar a esa industria a que desarrolle productos menos perjudiciales para la salud”, señaló Teresa Partearroyo.