La edad que figura en nuestro DNI es la que solemos usar de referencia a la hora de valorar nuestro estado de salud. Sin embargo, los años de nuestro corazón pueden no coincidir con los dígitos que aparecen en nuestro carné de identidad. La razón es que factores como el tabaquismo, la diabetes, niveles de colesterol elevado o la hipertensión aceleran el envejecimiento del corazón y las arterias.
Por eso, una persona que acabe de soplar las velas de su 45 cumpleaños puede en realidad tener el corazón de alguien de 60 si fuma, tiene niveles elevados de colesterol y padece hipertensión o diabetes. Es decir, su edad vascular es 15 años superior porque sus arterias están década y media más envejecidas de lo que corresponde.
Pero, ¿qué es exactamente la edad vascular? Como explica el doctor José I. Cuende en este artículo publicado en Revista Española de Cardiología, la edad vascular de un paciente con factores de riesgo cardiovascular se define como “la edad que tendría un sujeto del mismo sexo que el paciente que tuviera el mismo riesgo absoluto pero con los factores de riesgo controlados”. De esa forma, “un paciente de 40 años, fumador, hipertenso e hipercolesterolémico, con un riesgo SCORE del 2% (moderado), tiene una edad vascular de 63 años; es decir, tiene la misma probabilidad de morir por un evento cardiovascular que una persona sana de 63 años. Dicho en otras palabras, si no cambia sus hábitos y factores de riesgo, puede perder 23 años de vida vascular”.
La buena noticia es que, al igual que un estilo de vida poco saludable favorece la aparición de factores de riesgo como los mencionados y suma años a nuestro corazón, las rutinas que combaten esos mismos factores de riesgo, como no fumar, una dieta saludable y ejercicio frecuente, hacen que nuestro corazón rejuvenezca. Es decir, hay algo que está en nuestra mano hacer para que la edad biológica sea la misma, o incluso mayor, que la vascular. Y si tenemos un corazón y unas arterias “rejuvenecidas”, disminuyen nuestras posibilidades de sufrir un evento cardiovascular.
Para lograr ese rejuvenecimiento vascular el objetivo es mantener los factores de riesgo modificables bajo control. Se trata de que incluyamos en nuestra rutina diaria hábitos saludables:
Dieta mediterránea
Seguir una alimentación basada en la dieta mediterránea y a ser posible baja en calorías es clave para mantener corazón y arterias en forma. Esa dieta consiste en el consumo de frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, evitando en lo posible tanto azúcares libres como grasas trans y limitando la ingesta de grasas saturadas en favor de las no saturadas, presentes en pescados, aguacates, frutos secos y aceite de oliva.
Actividad física frecuente
El sedentarismo provoca el envejecimiento vascular haciendo que nuestras arterias sean más rígidas y menos elásticas. Por eso es clave combatirlo llevando un estilo de vida activo a diario, ya que toda la actividad física cuenta. Aprovechar para subir por las escaleras en lugar de coger el ascensor; ir en bicicleta o caminando si es posible al trabajo; bailar o hacer las tareas domésticas nos permiten aumentar el tiempo de actividad física diaria. Pero además, es recomendable realizar alguna actividad deportiva como correr, caminar a paso rápido, nadar o cualquier otra disciplina recreativa de tres a cinco veces por semana, al igual que entrenar la flexibilidad y la fuerza entre dos y tres veces por semana.
Dejar de fumar
Dejar de fumar es una estrategia fundamental si queremos rejuvenecer nuestro corazón. El tabaco acelera la aterosclerosis, conocida como la enfermedad de las arterias, un proceso de degeneración que ocurre con el paso del tiempo pero que se acelera y adelanta por factores como el tabaco. Por eso es un importantísimo factor de riesgo cardiovascular, lo que significa que eliminándolo de nuestros hábitos estaremos haciendo un buen regalo a nuestro corazón.
Vigilar la presión arterial, los niveles de glucosa y los de colesterol
Tener los niveles de colesterol por encima de lo recomendado puede provocar que se formen placas de ateroma en nuestras arterias, y esa obstrucción puede llegar a provocar un infarto. Por otra parte, padecer hipertensión también es un importante factor de riesgo cardiovascular, ya que entre sus posibles consecuencias se encuentran el infarto de miocardio, además de la enfermedad renal, la insuficiencia cardiaca o el accidente cerebrovascular. En cuanto a la diabetes, es fundamental prevenirla o, en caso de que ya se padezca, tratarla porque duplica la posibilidad de padecer una enfermedad cardiaca en comparación con quienes no padecen diabetes.
De ahí que vigilar estos tres importantes factores de riesgo con controles periódicos sea una buena estrategia para poder mantenerlos controlados.