A todos os vendrá a la cabeza alguna noticia sobre la muerte súbita de algún deportista joven aparentemente sano y la idea tan extendida de que el deporte puede ser peligroso o que hacer mucho deporte no puede ser bueno. De forma rara, y en una pequeña minoría de individuos predispuestos, sí parece que la actividad física, mientras se desarrolla, aumenta la probabilidad de que suceda alguna complicación cardiovascular y también se han descrito algunas complicaciones a largo plazo que merece la pena comentar.
A todos os vendrá a la cabeza alguna noticia sobre la muerte súbita de algún deportista joven aparentemente sano y la idea tan extendida de que el deporte puede ser peligroso o que hacer mucho deporte no puede ser bueno. De forma rara, y en una pequeña minoría de individuos predispuestos, sí parece que la actividad física, mientras se desarrolla, aumenta la probabilidad de que suceda alguna complicación cardiovascular y también se han descrito algunas complicaciones a largo plazo que merece la pena comentar.
Lo que tradicionalmente se conoce como la paradoja de la actividad física se refiere a la aparente contradicción entre el efecto protector que confieren las adaptaciones (ver enlace) y el aumento del riesgo que se produce de forma aguda al hacer ejercicio. Las respuestas (ver enlace) al esfuerzo son necesarias pero no necesariamente buenas para la salud. ¿Por qué incrementa el riesgo de complicaciones? Atentos porque los motivos pueden ser variados.
El ejercicio físico de intensidad moderada previene la formación de trombos en el torrente circulatorio pero cuando incrementa la intensidad del esfuerzo, la tendencia puede ser la contraria y favorecer la formación de trombos. Se reducen los estímulos nerviosos relajantes (vagales) y aumentan los estímulos nerviosos y hormonales estimulantes (símpáticos) que, aunque son necesarios para coordinar las respuestas, favorecen el desarrollo de arritmias. Podrían producirse lesiones coronarias por la fuerza de la sangre circulando en su interior o por la propia contracción del corazón comprimiéndolas desde fuera. A intensidades muy altas también cambia el pH de la sangre, la temperatura del cuerpo, la concentración de electrolitos, el volumen de la sangre y el nivel de hidratación. En individuos con patología respiratoria o en medios hipobáricos puede disminuir el aporte de oxígeno a los tejidos. También se ha descrito la fatiga o daño cardiaco transitorio por el estrés mantenido durante un ejercicio de larga duración. En pacientes con lesiones coronarias puede verse comprometido el aporte de sangre y oxígeno al propio corazón. Y, por último, el aumento de las resistencias periféricas y la presión arterial que se produce con el ejercicio de fuerza y la sobrecarga de volumen que impone el ejercicio predominantemente aeróbico o dinámico, podrían descompensar una insuficiencia cardiaca, una cardiopatía congénita o una valvulopatía.
Todos estos fenómenos pueden actuar o interactuar para degenerar en raras ocasiones en:
- Un infarto de miocardio. Este es más probable en individuos con factores de riesgo cardiovascular (tabaquismo, diabetes, hipertensión arterial, dislipemia aterogénica...), sobre todo cuando no están adecuadamente entrenados.
- Arritmias de diversa naturaleza. Otras más malignas pueden desencadenar una parada cardiaca y la muerte súbita. Generalmente en individuos con alguna predisposición, como cardiopatías crónicas o agudas.
- Lesiones vasculares como la disección o rotura de aorta (en deportistas con patología de aorta) y hemorragia subaracnoidea (en individuos con aneurismas intracraneales).
- Insuficiencia cardiaca aguda con retención de líquidos en individuos con alguna cardiopatía.
Para minimizar en lo posible el riesgo de alguna de estas complicaciones, es muy importante progresar adecuadamente en los volúmenes e intensidades de ejercicio, sobre todo en los individuos menos entrenados; descansar ante cualquier enfermedad aguda, retomando posteriormente el régimen de ejercicio de forma progresiva y, sobre todo, prestar atención a las señales del cuerpo y los síntomas de alarma (ver enlace), cesar toda actividad y consultar con un médico en caso de que se produzcan.
¿Y qué hay del posible efecto negativo de entrenar en exceso durante años? La ciencia actual está demasiado verde para hacer afirmaciones categóricas sobre los efectos negativos de grandes cantidades de ejercicio a lo largo del tiempo. Hablaré por lo tanto con la boca pequeña sobre este tema.
Algunos artículos de publicación reciente están sugiriendo que podría existir una cierta relación entre dosis muy altas de ejercicio acumulado a lo largo de la vida y una mayor mortalidad. Sin embargo, esto no siempre se ha constatado. Aunque la evidencia para hacer esta afirmación es débil y aunque no se conoce esa cantidad de actividad física que podría aumentar la mortalidad, esta observación coincide con la descripción cada vez más frecuente de algunas alteraciones cardiológicas que se están produciendo con más frecuencia en los deportistas veteranos que acumulan grandes cantidades de ejercicio físico.
Sin saber muy bien su significado ni su pronóstico se están describiendo más aterosclerosis coronaria y calcificaciones coronarias en deportistas veteranos. También más lesiones cicatriciales en las aurículas y los ventrículos que favorecen el desarrollo de arritmias auriculares y ventriculares. Dilatación de algunas cavidades que simulan auténticas miocardiopatías y arritmias lentas que en ocasiones adquieren tintes patológicos.
Cabe especular con la posibilidad de que estos hallazgos sean el nexo de unión entre el exceso de ejercicio y el posible aumento de la mortalidad con grandes volúmenes de ejercicio físico. Estamos muy lejos de poder hacer afirmaciones contundentes en este sentido, y más aun de establecer la dosis tóxica del ejercicio físico, sin embargo, en esta última, muy probablemente influya la predisposición individual.