La obesidad es un problema social creciente de origen multifactorial, que se define como un estado patológico de exceso de acumulación general de grasa en el cuerpo. La obesidad promueve la aparición y el empeoramiento de la salud a varios niveles de nuestro organismo, en realidad tiene efectos deletéreos sobre todos los sistemas del organismo. En este post nos centraremos en sus consecuencias sobre el sistema cardiovascular que son: aumento del riesgo de presentar otros factores de riesgo cardiovascular como la hipertensión arterial, hipercolesterolemia y diabetes mellitus, que a su vez elevan la incidencia de otras enfermedades cardiológicas como la angina o el infarto (la obstrucción de las arterias que llevan sangre al corazón).
La obesidad es un problema social creciente de origen multifactorial, que se define como un estado patológico de exceso de acumulación general de grasa en el cuerpo. La obesidad promueve la aparición y el empeoramiento de la salud a varios niveles de nuestro organismo, en realidad tiene efectos deletéreos sobre todos los sistemas del organismo. En este post nos centraremos en sus consecuencias sobre el sistema cardiovascular que son: aumento del riesgo de presentar otros factores de riesgo cardiovascular como la hipertensión arterial, hipercolesterolemia y diabetes mellitus, que a su vez elevan la incidencia de otras enfermedades cardiológicas como la angina o el infarto (la obstrucción de las arterias que llevan sangre al corazón).
El mayor responsable de la salud es uno mismo. Nosotros, como médicos, podemos aconsejar que mejore sus hábitos de vida, pero finalmente el que debe llevar a cabo esos cambios es el propio paciente; no podemos obligarle si no quiere. Es cierto que hay personas que tienen mayor predisposición que otras a tener sobrepeso y por lo tanto obesidad, pero disponemos de dos herramientas tremendas para prevenirla: el ejercicio físico y la nutrición. Con total certeza, cuanto antes se comience a seguir un estilo de vida saludable: mejor, si no, las consecuencias de la obesidad complicarán la realización de actividad física: “es que no me puedo mover porque me duelen las rodillas” o “es que doy dos pasos y me ahogo”... situaciones a las que hoy en día nadie debería llegar (al menos por obesidad).
En una persona obesa, sedentaria, con factores de riesgo cardiovascular, la actividad física se puede convertir en un arma de doble filo: por una parte es la herramienta más eficaz para disminuir las consecuencias de su estado físico y la mejora de su salud, pero por otra parte podría desencadenar en situaciones concretas un evento potencialmente fatal (infarto o incluso muerte súbita) por los cambios hemodinámicos que produce (aumento de la frecuencia cardiaca con el ejercicio, de la tensión arterial...). Sin embargo, este supuesto peligro no debe nunca justificar el hecho de no iniciar la práctica deportiva, pero sí debe hacerle entender que antes de empezar una rutina de ejercicio debe seguir una serie de pautas:
- Comente con su médico la iniciativa de comenzar a realizar ejercicio físico, así valorará su riesgo y le propondrá, en caso de ser necesario, si precisa de alguna otra prueba complementaria.
- Respete los principios básicos del entrenamiento. Entienda que no se puede pasar del 0 al 100% en dos días, deberá ir progresando poco a poco y haciendo una adecuada adaptación a la práctica deportiva. Esto disminuirá su riesgo cardiológico y disminuirá la aparición de futuras lesiones.
- El mejor tipo de ejercicio es aquel que consiga una mejor adherencia, aunque el ejercicio aeróbico siempre es una buena base. Un buen ejemplo de comienzo (suponiendo que parta de cero) sería realizar una rutina de ejercicio a una intensidad que le permita mantener una conversación fluida, por ejemplo, 3 días a la semana unos 50 minutos, para posteriormente ir progresando tanto en volumen como en intensidad. De igual manera la dosis más indicada deberá estar ajustada a su condición física y debe planificarse de manera individualizada.
- Si se lo puede permitir siempre le será de ayuda contactar con un experto en planificación deportiva y con un nutricionista. El primero sin duda le aconsejará sobre el tipo de ejercicio físico más adecuado para usted y el nutricionista le marcará las pautas alimenticias más aconsejables en su caso.
- Tenga en cuenta que en un futuro conforme realice más ejercicio y pierda peso es posible que se tenga que ir ajustando la medicación, disminuyendo dosis e incluso suprimiendo algún tipo de tratamiento. Con el ejercicio físico se reduce la tensión arterial y mejora el colesterol y las cifras de glucosa, por lo que debe ir consultando con el médico con el fin de controlar la medicación.
Esperemos que después de este post usted haya entendido la enorme importancia de realizar ejercicio físico regular y de evitar situaciones de riesgo que son perfectamente evitables. Por nuestra parte tenemos claro que la actividad física es la mejor herramienta en salud que existe hoy en día.