En el corazón hay en total cuatro válvulas: mitral (separa aurícula izquierda de ventrículo izquierdo), tricúspide (separa aurícula derecha de ventrículo derecho), aórtica (separa ventrículo izquierdo de la aorta) y pulmonar (separa ventrículo derecho de la pulmonar) y podemos tener en general tres tipos de problemas en ellas.
En el corazón hay en total cuatro válvulas: mitral (separa aurícula izquierda de ventrículo izquierdo), tricúspide (separa aurícula derecha de ventrículo derecho), aórtica (separa ventrículo izquierdo de la aorta) y pulmonar (separa ventrículo derecho de la pulmonar) y podemos tener en general tres tipos de problemas en ellas.
Estos problemas, por desgracia, es posible que se solapen en alguna ocasión (lo vamos a intentar explicar de manera bastante simplificada):
Insuficiencia: quiere decir que la válvula no se cierra del todo bien por lo que la sangre “vuelve para atrás”. Tenga en cuenta que las válvulas no son como puertas herméticas, por lo que en varias ocasiones observamos insuficiencias de grado ligero que no suelen tener repercusión ni a nivel de salud ni de rendimiento (es posible que ya le haya informado de esto su médico).
Estenosis: al revés que el anterior problema, la válvula no se abre del todo bien. A la que más frecuentemente ocurre este problema es a la válvula aórtica, sobre todo como consecuencia de la edad.
Problemas en la morfología de las válvulas: cada válvula suele tener una forma específica. En este caso el “problema” será de nacimiento y lo que ocurre es que acaba provocando que la válvula no se cierre (lo más común) o no se abra del todo bien, es decir, insuficiencia o estenosis respectivamente. El hallazgo más frecuente es que la válvula aórtica en vez de tres rafes (que se llama válvula aórtica tricúspide) tenga tan solo dos (tendrá una válvula aórtica bicúspide). Si tiene este problema su médico le irá realizando un ecocardiograma con cierta periodicidad para ir controlándole y él será el que le aconseje sobre su práctica deportiva, ya que tiene que hacer una valoración global del riesgo e ir adaptando la prescripción de ejercicio físico en función de la evolución y severidad. Tener una válvula aórtica bicúspide en ocasiones (no siempre) se asocia con que la aorta esté dilatada (más grande de lo normal). Hay deportistas con válvula aórtica bicúspide que tienen una insuficiencia ligera sin la raíz aórtica dilatada en los que la restricción deportiva es mínima aunque la aptitud suele estar condicionada a revisiones periódicas.
Hay tres grados de severidad en la insuficiencia y la estenosis, que son ligero, moderado y severo:
- Normalmente con el grado ligero de cualquier valvulopatía la restricción en el deporte suele ser nula o mínima, salvo que haya condiciones concomitantes que puedan contraindicar la práctica de actividad física.
- En el grado moderado dependerá de la válvula afectada, pues las estenosis moderadas suelen requerir una valoración más profunda a la hora de practicar ejercicio físico que las insuficiencias)
- Cuando se trata de un problema valvular severo: son palabras mayores. Es posible que le cree síntomas, el más frecuente, la falta de aire con el ejercicio. Por supuesto, la práctica de actividad deportiva exhaustiva suele estar contraindicada y toda prescripción de ejercicio físico debe ser realizada por un profesional sanitario experto en el tema. Se debe tener especial precaución a la hora de practicar ejercicio físico con la estenosis aórtica severa (ver enlace valvulopatía aórtica), ya que puede ser causa de desencadenar un evento fatal como es la muerte súbita, más frecuente en el caso de tener síntomas como dolor torácico.
En los pacientes con valvulopatías es recomendable que además del ecocardiograma, que es la prueba con la que se valora la severidad de la valvulopatía, se realice una prueba de esfuerzo para ver si la respuesta al ejercicio físico es normal. Es más, en el caso de que el paciente sea deportista habitual se podría valorar realizar una ergoespirometría, que es una prueba de esfuerzo con consumo de gases (la típica mascarilla), que nos aportará también datos más precisos de su capacidad física y nos ayudará a establecer zonas para planificar un entrenamiento más “seguro”. Como siempre, la última palabra la tiene su cardiólogo al que debe consultar y realizar seguimiento periódico, pero debe tratar de no convertirse completamente en una persona sedentaria: recuerda que el ejercicio físico ayudará a controlar mejor los factores de riesgo y en el futuro tendrá una morbilidad y mortalidad más baja, incluso puede hacer que llegue a una posible cirugía futura en un mejor estado de forma.